La perdiz roja (Alectoris rufa) es una pieza cinegética clave en la actualidad. No parece descabellado plantear la necesidad de revisar el status real oficial de esta especie cuando, a pesar de que son grandes los esfuerzos que se dedican a su gestión, éstos se aplican sin conocer las consecuencias que tienen para las poblaciones de esta apreciada ave. Un grupo de científicos, encabezados por Javier Viñuela, revisan la literatura científica sobre la situación de la perdiz en el último número de la revista Ecosistemas, para analizar el éxito de la nidificación en su demografía, la situación de sus hábitats y su gestión actual, el papel de la depredación, la repercusión ecológica de la suelta de perdices y el estado de la actividad económica que genera su caza.
La perdiz roja genera una gran actividad social y económica en España, donde alrededor del 3 % de la población española y 70 000 cazadores extranjeros cazan anualmente en nuestro país. Así, el movimiento económico generado por su caza asciende a más de 1150 millones de € anuales, más del 25 % del total generado por la caza en conjunto. El número de perdices abatidas cada año no es nada desdeñable. Se calcula que entre dos y tres millones de esta especie son cazadas cada año, cifras sólo superadas por el conejo de monte. No en vano, nos encontramos ante una de las 10 especies que ha sufrido mayor disminución de abundancia en los últimos años, un 16.2 % desde 1998 a 2012, según SEO/BirdLife, y más 50 % desde 1973. ¿Cómo es posible que se cacen anualmente millones de ejemplares de una especie en declive? ¿Cómo se ha llegado a esta peculiar situación?
Los autores comienzan con estas preguntas su revisión en un momento en el que el sector cinegético dedica notables esfuerzos para gestionar esta especie en miles de cotos de toda la geografía hispana, proporcionando agua y alimento suplementarios, gestionando el hábitat, controlando la abundancia de sus depredadores, estableciendo cupos de capturas y soltando millones de ejemplares criados en granjas ( entre 3-4 millones), generando a su vez una importante actividad económica. Sin embargo, la información científica disponible sobre cuáles son los efectos de estos diversos sistemas de gestión es muy escasa, y la gestión se basa a menudo más en opiniones, experiencias personales y tradiciones que en criterios técnicos con fundamento científico. A continuación, desglosamos los aspectos ecológicos más importantes para la gestión de la perdiz:
1. La trampa ecológica de los campos de cereal y la falta de lindes.
Nos encontramos ante una especie altamente reproductiva, muy adaptable y que se distribuye por toda la geografía española. Evita sólo la alta montaña, bosques extensos o el clima atlántico, aunque la desaparición de pastizales y cultivos de montaña ha modificado su distribución. No obstante, donde nidifica con mayor frecuencia es en el cereal (47%), seguido de lindes (22%) y barbechos (12%). En este escenario, la cosecha es la principal causa de pérdida de nidos. El uso de cereales de ciclo corto, que supone una cosecha más temprana y un acortamiento del tiempo en el que el cereal tiene la estructura adecuada para instalar el nido, supone un “trampa ecológica” pues, ante la falta de alternativas, como por ejemplo, de lindes, las perdices no tiene más remedio que instalar allí el nido. Otro problema añadido lo plantean las “semillas blindadas” (impregnadas de insecticidas) que causan problemas fisiológicos y reproductivos o incluso mortalidad en quien las consume o, el ácido nítrico, usado para limpiar tubos de riego en cultivos , y que también supone un importante riesgo para su supervivencia,
2. La depredación, considerado como uno de los problemas más graves: ¿es una visión realista?
La perdiz tiene un alto valor ecológico por su importancia como presa para gran parte de los depredadores ibéricos. Son zorros, perros asilvestrados, o urracas los principales depredadores de perdices, unidos a la espectacular expansión del jabalí. Aunque es un factor potencialmente influyente en la dinámica de las poblaciones, no hay estudios definitivos que registren una clara asociación entre la abundancia de depredadores y de perdices. Por tanto, el control de depredadores, se torna poco eficaz cuando el principal problema es la calidad del hábitat. Por ello, un aumento de su calidad, de la heterogeneidad del paisaje y del número de lindes, reduciría la depredación y la necesidad de su control.
3. Parásitos e hibridación: Las repercusiones ecológicas de la suelta y la falta de control sanitario.
La cautividad y suelta en el campo de perdices son prácticas habituales. Sin embargo, la baja tasa de supervivencia en el campo de las aves procedentes de granja, las convierte en ineficaces pues no contribuyen a recuperar poblaciones silvestres y, son además, más sensibles a la depredación. De la mismas manera, existen diferencias en la diversidad como la prevalencia de parásitos y bacterias entre perdices de granja y perdices silvestres y, debido a la falta de controles sanitarios, estos parásitos y bacterias típicos de granja se están diseminando en el campo afectando a las poblaciones naturales de perdices. La última mala noticia sanitaria para las poblaciones silvestres de perdiz roja ha sido la aparición del virus bagaza, patógeno africano que ha diezmado poblaciones silvestres en el sur de España y posiblemente en otras áreas, sin que se descarte un papel de las granjas en su dispersión. Por otro lado, la perdiz roja ha sido artificialmente hibridada en granja con la perdiz chukar, para conseguir individuos más productivos. Los híbridos de segunda generación de ambas especies son iguales a una perdiz roja y sólo se pueden distinguir por medio de marcadores moleculares. La ausencia de controles de calidad genética en las granjas ha extendido el problema al campo, y estos ejemplares se encuentran muy distribuidos por la península ibérica. Además, los híbridos tienen una menor supervivencia que los individuos “puros”, pero son capaces de reproducirse con éxito en el campo, e incluso tienen mayor tamaño de puesta, por tanto constituyen una seria amenaza para el mantenimiento de la integridad genética de la especie.
4. La gestión de los recursos: ¿Es eficaz para mantener la especie?
La intensidad puesta en la gestión aumenta de los cotos con vocación social, pasando por los comerciales no intensivos y acrecentándose en los intensivos. El número de comederos y bebederos por kilómetro cuadrado es 5 veces mayor en los intensivos que no intensivos y en estos 5 veces más que en los sociales. Lo mismo ocurre con el porcentaje de terreno sembrado o el número de depredadores controlados. Por ejemplo, se controlan casi el doble de zorros en cotos intensivos que en los comerciales no intensivos y casi el triple que en los sociales, lo cual no resulta sorprendente dado que la depredación por este carnívoro es una de las mayores causas de mortalidad de las perdices de granja una vez que son liberadas en el campo. No obstante, las mayores diferencias en la gestión de estos cotos se observan en la suelta de perdices. Así, en los intensivos se sueltan en promedio más de 2000 perdices/km2, mientras que estas cifras descienden en los cotos comerciales no intensivos (~15 por km2) y sobre todo en los sociales (~1.5 por km2).
En la misma línea, en los cotos no intensivos, la abundancia de perdices aumenta con la densidad de comederos y bebederos, pero disminuye con la cantidad de aves de granja liberadas y la presión de caza y, hasta ahora, no se ha encontrado ningún efecto claro del control de depredadores. Así, la suelta de perdices en pequeño número no solo no es favorable para aumentar la densidad de perdiz silvestre, sino que incluso está asociada a una menor productividad de las poblaciones. Igualmente, y como aspecto positivo, es claro que la abundancia de comederos y bebederos sugiere que ésta es una práctica de gestión beneficiosa para las poblaciones silvestres, pero también puede indicar que el medio natural en que están viviendo las perdices tiene problemas de disponibilidad de alimento y agua. Por último, el ajuste anual de la presión cinegética a la abundancia es un elemento clave de cualquier sistema sensato de gestión sostenible, y el estudio previo muestra que la abundancia de perdiz es menor en cotos con un mal ajuste. Sería necesario por tanto realizar mejores estimas de la abundancia como tener mecanismos más eficaces de regulación de las capturas.
¿Cómo mejorar el estatus de la perdiz en la actualidad?
Parece que un sistema de gestión más sensato de los recursos destinados a su conservación y una mejora de en su forma de llevarse a cabo, que atienda más a razones científicas que a opiniones personales es necesario, si queremos seguir mantener y mejorar la situación de la perdiz roja en España. Los autores apuntan a la Política Agraria Europea, como herramienta clave para re-direccionar la gestión agraria hacia prácticas que permitan mejorar, tanto la situación crítica de muchas especies amenazadas asociadas a ecosistemas agrarios, como la de especies cinegéticas con importancia socio-económica, como la perdiz roja y advierten de la necesidad de regulación de la suelta de perdices de granja, puesto que no están contribuyendo a una recuperación eficaz de las poblaciones silvestres, más bien al contrario. Tras la revisión, los autores aseguran que sería importante, igualmente, que las perdices de granja apareciesen identificadas como tal (sistemas obligatorios y seguros de marcaje que permitan la trazabilidad del producto) y la aplicación de protocolos de control genético y sanitario eficientes.
Viñuela, J., Casas, D., Díaz-Fernández, S., Delibes-Mateos, M., Mougeot, F., & Arroyo, B. (2013). La perdiz roja (Alectoris rufa) en España: especie cinegética y amenazada Ecosistemas, 22 (2), 6-12 : 0.7818/ECOS.2013.22-2.02