Dr. Miguel Méndez Jiménez. Miembro de la delegación española en la COP21 como representante de la región andaluza.
El Tratado de Paris sobre cambio climático es imperfecto, pero es un buen Acuerdo
Naciones Unidas ha calificado como histórico el Acuerdo alcanzado el 12 de diciembre en la Conferencia de las Partes (COP21) de París, pero es cierto que se dejan muchas cuestiones abiertas, y que queda mucho trabajo por hacer. Ello no desvirtúa el valor del Acuerdo, por tres razones principales:
1.Por primera vez, la práctica totalidad de los países del mundo, 195 países, alcanzan un acuerdo vinculante sobre cambio climático.
Un trabajoso Acuerdo universal incubado durante años. Ha llovido mucho desde 1994, año en que entró en vigor la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). Con el Tratado de París se deja muy atrás el Protocolo de Kioto, que en la práctica solo incluyó acciones para una parte del mundo desarrollado. Cabe recordar aquí que Estados Unidos nunca lo ratificó, y que grandes potencias como Canadá o Japón ratificaron el Protocolo para después abandonarlo.
El Acuerdo de Paris es un Tratado conforme al derecho internacional y como tal Tratado, es plenamente vinculante para los Estados. Se adopta por la Conferencia de las Partes (COP), el órgano de decisión de la CMNUCC, y entra en vigor en 2020.Es vinculante el objetivo de mantener el calentamiento global muy por debajo de 2ºC respecto a la era preindustrial. No son vinculantes los objetivos de reducción de emisiones de cada país, porque en tal caso, Estados Unidos, entre otros, no podría ratificarlo. Este es evidentemente uno de los puntos más débiles del Acuerdo, lo que trataremos más adelante.
2. El Acuerdo contiene objetivos plausibles desde el punto de vista de la Ciencia.
El Acuerdo recoge la obligación de mantener el aumento de temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC y solicita esfuerzos para que no se supere el límite de 1,5ºC, en ambos casos respecto a la época preindustrial, para lo que se toma como referencia la temperatura global media del periodo 1850-1900. Un objetivo político razonable basado en la física de la atmósfera, aunque queda por establecer una relación precisa entre emisiones de carbono y respuesta de temperatura global, debido a las incertidumbres en muchos procesos complejos del sistema climático.
Además del objetivo de temperatura, el Tratado se propone alcanzar un equilibrio entre las emisiones antropógenas por fuentes y la absorción antropógena por sumideros en la segunda mitad del siglo.
3. El Acuerdo incluye determinaciones sobre todas las areas cruciales para un régimen de regulación climática.
Por primera vez, se dispone de un Acuerdo completo, donde se aborda la mitigación de emisiones, la adaptación al cambio climático, la financiación, las pérdidas y daños, y la transparencia en el sistema de inventario y los apoyos. Están enunciados todos los temas importantes, aunque muchos puntos de desarrollo permanecen en la mesa de negociación, como se verá acto seguido.
Sobre la mitigacion
Se ha criticado, y con razón, que las propuestas presentadas por los Estados son solo promesas, que en el Tratado no hay hitos temporales claros para objetivos específicos, que se hace poco hasta 2020, y sobre todo, que las propuestas no son suficientes para cumplir con el limite de 2ºC.
Es oportuno aclarar que, antes de la ronda final de negociaciones de la COP21, casi todos los países (188 de 195) habían enviado un documento (INDC) reflejando lo que cada país cree que es capaz de hacer para reducir sus emisiones. El efecto agregado de las medidas propuestas por los Estados llevaría a un aumento de temperatura global de 2.7°C para 2100, por encima del nivel de 2ºC previamente acordado en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio climático, umbral que no debe traspasarse.
Es cierto que el efecto de las INDCs no es bastante, pero en el Acuerdo se establece una dinámica de revisión y mejora, estructurada en periodos de cinco años. En 2020, todos los países deberán comunicar su contribución nacional, y a partir de ahí, deberán presentar una nueva y más ambiciosa, como mínimo cada cinco años. Esta dinámica, junto a la comunicación obligatoria de los inventarios de emisiones, hace posible un examen periódico que da visibilidad política a la ambición de cada pais y al cumplimiento de las obligaciones de implementar las políticas internas para alcanzar los objetivos generales. Además la COP hará periódicamente un completo balance de la aplicación del Acuerdo (“el balance mundial”), examinando además de la mitigación, la adaptación, los medios de aplicación, el apoyo financiero y la transferencia tecnológica. El primer balance mundial se hará en 2023 y a partir de entonces, cada cinco años.
Para poner esto en perspectiva, destaquemos que la temperatura global media ha alcanzado ya 1ºC por encima de la era preindustrial, y que, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, una vez implementado completamente el Tratado de París, habría que reducir las emisiones entre 12 y 14.000 millones de toneladas adicionales para no rebasar los 2º C. Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, esto requeriría reducir emisiones un 40-70% para 2050, con referencia 2010. Conseguir el objetivo de 1,5ºC requeriría reducciones del orden de 70-95% a la misma fecha.
Para dar una idea de lo que significa una economía hipocarbónica en sintonía con la limitación de aumento de temperatura a 2ºC, podemos también referirnos a la hoja de ruta 2050 de la Comisión Europea. En ella se consideran las siguientes magnitudes de reducción de emisiones a 2050 en comparación con 1990: en el sector eléctrico, prácticamente descarbonización completa; en la industria, reducción de alrededor del 85%, y de alrededor del 60%, en el transporte.
Por último, para calibrar la repercusión del objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 2ºC, hay que tener en cuenta que eso significa dejar sin quemar entre 1/5 y 1/3 de las reservas mundiales probadas de petróleo, gas y carbón, a menos que se use tecnología de captura y almacenamiento de carbono, que además de ser cara, tiene importantes debilidades.
Sobre la adaptación al cambio climático
El Tratado reconoce, por primera vez, que la adaptación es un componente fundamental de la respuesta mundial a largo plazo, cuyo fin es proteger a las personas, los medios de vida y los ecosistemas, teniendo en cuenta las necesidades urgentes de los países en desarrollo particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático. Esto sólo es un reconocimiento del problema, que no se liga a compromisos cuantitativos ante la falta de una definición unánime de adaptación y de un sistema métrico.
Justicia climática
Se ha debatido extensamente sobre el objetivo a largo plazo para la protección del planeta, pero no menos importante ha sido el capítulo dedicado a la negociación de aspectos que tienen que ver con la financiación y la justicia climática, reconociendo que los países más afectados por el cambio climático serán los países menos desarrollados.
¿Qué se ha de financiar, cuanto se ha de financiar, quien debe hacerlo?
En síntesis, los países desarrollados, por su responsabilidad histórica y su mayor capacidad económica, deberán proporcionar recursos financieros a los que están en desarrollo para ayudarles en la adopción de tecnologías limpias, en la reducción de emisiones y la minimización de los efectos del cambio climático.
El compromiso actual de financiación es de 100.000 millones de dólares USA al año a partir de 2020, y queda escrito que se debe adquirir un compromiso superior a partir de 2025. Esto se hará con financiación pública y privada, con intervención de los Estados, instituciones públicas, instituciones financieras de desarrollo multilaterales e inversores institucionales o privados, a través de instrumentos de ayudas, préstamos o bonos, o de instrumentos de mitigación del riesgo, como seguros o garantías.
Este nivel de financiación ya es sustancial, pero está por debajo de lo requerido. El Banco Mundial cifró los costes de adaptación para países en desarrollo en 30-100.000 millones de dólares USA al año en el periodo 2010-2050, y los costes de mitigación, en el rango de 140-175.000 millones de dólares USA al año durante 2010-2030 (con necesidades financieras asociadas de 265 a 565.000 millones).
Otro cálculo, de la Agencia Internacional de la Energía, nos da una idea de magnitud de la inversión necesaria a escala global que hay que movilizar en mitigación: el mundo necesita 106 millones de dolares USA al año entre 2012 y 2050 para financiar la transición a bajas emisiones.
Pérdidas y daños
Los países menos desarrollados quieren que se les paguen las pérdidas y daños provocados por el cambio climático, lo que el Banco Mundial ha valorado en 3 106 millones de dólares USA. En paralelo, se ha calculado que el cambio climático ha causado 20 millones de desplazados (IDMC 2015).
El Tratado de París reconoce oficialmente, también por primera vez, que hay daños que provoca el cambio climático, debidos a la subida del nivel del mar, tormentas y otras causas. Pero expresamente se hace constar que este reconocimiento no se puede considerar una base para delimitar responsabilidades o exigir compensación.
Sobre la transparencia
El Tratado establece un sistema de contabilidad obligatorio, un marco de transparencia para el seguimiento y notificación de las emisiones y de las medidas, y también para el apoyo financiero, sujeto a examen técnico por expertos independientes. Una decisión muy importante para el control de la aplicación del Acuerdo.
Una impresión final desde la COP21
No solo los Estados y Naciones Unidas se han pronunciado por una economía baja en carbono y por la resiliencia al cambio climático. En la COP21 hubo un verdadero clamor de gobiernos regionales, municipales, y redes subnacionales con el mismo pronunciamiento. También se pudo apreciar que los mercados empiezan a tomar conciencia de los riesgos derivados del cambio climático que pueden afectar a la estabilidad financiera.
Se trata no solo de riesgos físicos para la propiedad y el comercio por eventos climáticos como tormentas o inundaciones, que afectan a los seguros de responsabilidad y al valor de los activos financieros, además son riesgos de potenciales reclamaciones futuras de países por daños o pérdidas debidas al cambio climático. Y finalmente, son riesgos de transición, que pueden surgir en el proceso de ajuste hacia una economía baja en carbono: los cambios en la política, la tecnología, y los riesgos físicos pueden devaluar un gran número de activos, ya que la exposición de algunos inversores y de las compañías aseguradoras puede ser muy elevada a medio plazo. Particularmente esto es aplicable a los activos en petróleo, gas y carbón, y sobre todo a estos últimos.
Una amplia representación del sector privado ya reconoce que los costes de la energía renovable han seguido cayendo, y que ya algunas tecnologías son competitivas en precio con las de generación con combustibles fósiles, es decir, han alcanzado la paridad de red. En el mundo de los negocios se empieza a apreciar claramente un aire de bienvenida a la nueva economía, que deja atrás al siglo XX y se prepara para una nueva era de abandono de los combustibles fósiles.
El Acuerdo de Paris puede ser un buen punto de partida.