Hoy, uno de mayo, es el día internacional de las trabajadoras y los trabajadores. ¿Qué tiene esto que ver con la investigación en ecología terrestre y con la investigación científica en general? Todo, aunque aún no acabemos de asumirlo.
Cuando hablamos de la ciencia y la investigación se da una situación paradójica: en general nuestra profesión tiene una muy buena percepción social como muestra por ejemplo una reciente encuesta de la FECYT y, sin embargo, las condiciones laborales asociadas están a menudo marcadas por la precariedad. Cierto es que la precariedad laboral no es exclusiva de nuestro ámbito ni mucho menos, pero el prestigio social que conlleva “ser científico/a” (o incluso un/a científico/a “excelente”) chirría con la falta de derechos laborales básicos. Lo peor es que esto es en parte culpa nuestra como intentaremos ver hacia el final de esta entrada. Antes, veamos tres medidas concretas y urgentes para reducir la precariedad en la ciencia.
1. Subir los salarios a predocs y postdocs junior.
Desconocemos el dato del personal predoctoral (doctorandas y doctorandos) que trabaja sin contrato ni remuneración en España. Tampoco debería ser excesivamente complejo obtenerlo cotejando las matrículas en escuelas de doctorado y los datos laborales pero quizás la situación sea demasiado escandalosa para que el Ministerio lo incluya en su informe anual de Datos y Cifras del Sistema Universitario Español. El personal investigador que sí tiene contrato predoctoral tiene unas retribuciones mínimas establecidas en el artículo 21 de la Ley de la Ciencia y en el Estatuto del Personal Investigador Predoctoral en Formación. Esas retribuciones, que están expresadas como un porcentaje de las retribuciones marcadas para el grupo profesional M3 del convenio colectivo único para el personal laboral de la Administración General del Estado, apenas superan el salario mínimo interprofesional. La situación no mejora sustancialmente en los primeros años de postdoc en España. El principal programa de “postdocs junior” en nuestro país, el Juan de la Cierva de la Agencia Estatal de Investigación, sigue ofreciendo salarios bien por debajo de lo que marca el susodicho grupo M3 (que requiere titulación de máster, no de doctorado). Esto está analizado en más detalle en el informe anual que publica la Federación de Jóvenes Investigadores sobre sueldos postdocs. Urge por tanto actualizar los salarios de predocs y postdocs a un mínimo del 100% del grupo M3 para las primeras (que tienen idéntica titulación de máster) y un porcentaje superior (¿125%?) para las segundas.
2. Acortar el permadoc
La edad media de estabilización en Universidades Públicas y en CSIC con plaza de profesor titular o científico titular está hoy en día mucho más allá de los 40 años. Esto significa que la etapa postdoctoral, cuyo propio sentido cabría discutir, se alarga fácilmente más de una década. A esta situación de postdoc (casi) permanente se la conoce como “permadoc”. Aquí conviene no hacerse trampas al solitario: la única solución real es aumentar sustancialmente la oferta de empleo público con plazas estables. Crear miles de plazas de profesor ayudante doctor (un contrato temporal) como anunció recientemente el Ministerio no es solucionar el problema; si acaso es posponerlo unos años más.
3. Más derechos y un Estatuto para unificarlos a todos
Algunos colectivos como la Federación de Jóvenes Investigadores – Precarios y la Coordinadora Marea Roja de la Investigación llevamos muchos años pidiendo la elaboración de un Estatuto del Personal de Investigación para personal investigador, técnico y de gestión en ciencia (hágase ésta en organismos públicos de investigación como el CSIC, en hospitales, en universidades o en otras instituciones). Se trata de reconocer para todo el personal derechos laborales básicos que aún se nos niegan en demasiados casos como el avance en la carrera profesional (con los debidos complementos por antigüedad y productividad), permisos por cuidados, límites a la concatenación de contratos temporales, retribuciones mínimas homogéneas y un largo etcétera. Este punto es de hecho el primero del Nuevo Pacto Por la Ciencia que tanto los partidos del Gobierno como varios partidos de la oposición firmaron el pasado 29 de junio de 2023. Es hora de cumplirlo.
Para ir acabando esta entrada, volvamos al título y a la introducción. Por supuesto los tres puntos anteriores son importantes y aún habría que detallar muchísimos más pero levantemos un poco la mirada de estos aspectos más concretos para acabar. Decíamos en la introducción que parte de toda esta precariedad es culpa nuestra; intentemos explicarlo. No es poco frecuente leer por redes sociales mensajes qué más o menos, con estas u otras palabras más sutiles, vienen a decir algo así como “¿Cómo es posible que los maestros / los profes de secundaria / los loquesea tengan tales o cuales retribuciones o derechos y nosotros [los científicos, con toda nuestra titulación y excelencia] no?” Aparte del elitismo y de lo poco elegante que es señalar a un colectivo para reivindicar tus propios derechos, quizás la respuesta es que esos colectivos justamente han entendido desde hace tiempo que son precisamente eso: un colectivo. Es cierto que el sistema académico, ampliamente basado en la hiper-competitividad, empuja al individualismo, pero no estamos condenadas a dejarnos llevar por esa corriente. Sí, es posible que nos veamos en un momento o en otro compitiendo hasta con nuestra compañera de despacho por tal o cual programa de ayudas a la contratación (las mal llamadas “becas”) y es un problema estructural que hay que cambiar pero para eso hay que empezar por cambiar la mentalidad ombliguista y aceptar que somos ni más ni menos que miembros del colectivo de trabajadoras y trabajadores de la investigación científica. Por suerte hay asociaciones, hay sindicatos, hay colectivos, hay plataformas, hay coordinadoras, hay compañeras y aunque haya más talleres de Cómo conseguir una ERC que Jornadas de Cultura Laboral en Investigación, de lo segundo también hay. Para dignificar nuestro trabajo lo primero es entender que no es otra cosa más que eso: un trabajo. Y por tanto que nosotras no somos nada más ni nada menos que eso: trabajadoras de la ciencia.
Autor:
Francisco Palazón Huet
Investigador Ramón y Cajal en la Universidad Politécnica de Cartagena
