Entrevista a Valentina Savaglia

La Comisión de Igualdad de la AEET busca fomentar la diversidad en el mundo académico, visibilizando y poniendo en valor el trabajo que realizan las mujeres y otros colectivos históricamente discriminados. En esta ocasión, queremos reflexionar sobre aquellos aspectos de la profesión que continúan representando barreras y desafíos para alcanzar la plena igualdad en el ámbito de la Ecología. Para ello, hemos escogido como ejemplo práctico el trabajo de campo en áreas remotas y ambientes extremos. Entrevistamos a la investigadora Valentina Savaglia para que nos cuente su experiencia como mujer y joven investigadora en el trabajo de campo en la Antártida.

Valentina es italiana y estudió Ciencias Naturales y del Medio Ambiente en su ciudad natal, Catania (Sicilia). Posteriormente, cursó un máster en Oceanografía en Francia, donde comenzó su interés por el estudio de ambientes extremos como la Antártida. Realizó una estancia de dos meses centrada en el estudio de las macroalgas en el instituto Alfred Wegener, donde tuvo la oportunidad de realizar trabajo de campo en la Antártida para su trabajo de fin de máster. Esta experiencia afianzó su pasión por los ecosistemas antárticos, lo que la llevó a realizar su tesis doctoral entre la Universidad de Lieja y la Universidad de Gante, enfocada en las comunidades microscópicas en las zonas libres de hielo y nieve de la Antártida. Terminó su tesis en el año 2023 y, después de haber trabajado como investigadora postdoctoral en la Universidad de Sevilla, actualmente continúa su investigación en el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS-CSIC). En la actualidad, Valentina estudia comunidades microscópicas en ambientes desérticos, aunque sigue realizando campañas en la Antártida, donde se encuentra en el momento de la entrevista.

¿Por qué te interesan los ambientes extremos? ¿Qué es lo que te llevó a interesarte por ellos?

Era algo bastante excepcional, un campo en el que no había mucha gente trabajando y por tanto con muchas cosas nuevas por descubrir. También me interesaba mucho la idea de tener aventuras y experiencias que se salieran un poco de la normalidad. Además, me inspiraba pensar que pocas mujeres habían tenido acceso a este ambiente hasta hace no mucho.

¿Nos podrías explicar qué estás investigando ahora en la Antártida? 

El proyecto se llama ExpoSoils y trata sobre el cambio climático y el microbioma del suelo. El experimento comenzó hace más de 10 años. En él estudiamos cómo el aumento de temperatura afecta a las comunidades microbianas del suelo. Para ello, una de las anteriores veces que vine, instalamos una especie de invernaderos de metacrilato (“open-top-chambers”). Ahora estudiamos los cambios dentro y fuera de estos invernaderos. Tenemos 15 sitios experimentales repartidos por la zona, en las montañas. Esta parte de la Antártida, que es la zona este, no está tan afectada por el cambio climático como la zona oeste. Por eso aquí se pueden realizar mejor este tipo de experimentos, porque los cambios no son todavía tan evidentes. Pero sí que los hay. En mi primera campaña en 2018, pusimos en marcha otro experimento que consistía en poner una barrera de madera perpendicular a la dirección del viento, de forma que la nieve se acumula detrás y podíamos ver las diferencias en las comunidades que están debajo y encima de la nieve. Además, lo que hice durante la tesis, y que vamos a seguir haciendo, es el monitoreo de comunidades en varios tipos de suelo (granito, cuarzo…) para ver quién vive en cada ambiente. En todas esas zonas tenemos medidores de temperatura para medir los cambios cada año.

¿Nos puedes contar un poco cómo es preparar una campaña para ir a la Antártida?

Depende mucho del trabajo que se vaya a hacer y del sitio. Esta es mi quinta campaña. Hay gente que viene en barco pero yo siempre he venido en avión porque trabajamos en zonas montañosas. En nuestro caso hay que pensar con antelación si es necesario traer grandes equipos, ya que su transporte se hace en barco porque es más fácil. Todo esto (tiempos, costes…) se tiene que pensar con al menos seis meses de antelación. La logística es una parte muy importante, también a nivel médico. Tenemos que hacernos pruebas médicas para asegurarnos que estamos sanos y que hay poca probabilidad de que tengamos algún problema. A nivel mental depende mucho de la persona. En mi caso, como tenía muchas ganas de esta experiencia, no tuve que prepararme mucho. La primera vez que vine, mi jefa alemana me preparó un poco. Yo iba a estar sola tres meses en una estación en la que se hablaba una lengua que no era la mía. También me advirtió que debía tener cuidado, que podía encontrar machismo, y no debía confiar en todo el mundo.

Muestreando comunidades microbianas en suelo de los nunataks en la campaña de campo BELARE 2018/2019 durante el proyecto MICROBIAN, financiado por la Belgian Federal Public Planning Service Science Policy (BELSPO).

Al hilo de lo que has comentado de los chequeos médicos, ¿existen restricciones para las mujeres?

Sí… Por ejemplo, no puedes quedarte embarazada si quieres ir a la Antártida. Dos semanas antes de venir aquí nos piden un test de embarazo que debe dar negativo. Debe ser un análisis de sangre para que sea más fiable que los test de farmacia. Si eres mujer tienes este problema que los hombres no tienen. Pero lo entiendo, porque estamos a 200 km de la costa y tendríamos que coger dos aviones para llegar a Sudáfrica. Si pasa algo y los doctores de aquí no se pueden ocupar, la evacuación no es ni rápida ni sencilla. 

Me he quedado un poco pillada con lo que has comentado de que tu supervisora te puso en preaviso sobre el machismo en la base. Quería preguntarte cuáles son los retos principales a los que te has enfrentado en las campañas como mujer.

La Antártida es un lugar peligroso para todo el mundo. Algo a lo que todo el mundo se tiene que enfrentar aquí es a no salir nunca solo. Porque aunque vayas cerca, siempre te puede pasar algo. Y cuando pasa algo, la cosa se puede poner fea muy rápido. En mi primera campaña, tenía que ir a por un instrumento un poco alejado pero en un lugar en el que todo el mundo me podía ver y fui sola porque pensé “que más da, solo tengo que coger unas cosas de esa caja”. Había un poco de viento y pensé “bueno, es solo un poco de viento, no pasa nada”. Al abrir una puerta se voló y yo me volé con la puerta. Me quedé en el suelo mucho tiempo porque no podía moverme. Nadie me veía porque yo era un punto chiquitito en la nieve. Hay que tener cuidado y hay cosas que solo con la experiencia aprendes. Al principio no piensas lo peligroso que puede ser. 

Luego hay cosas que pueden parecer banales, por ejemplo: cuando tenía 23-24 años era muy extrovertida y confiaba mucho en la gente. En la base en la que estaba no sólo había investigadores, también había militares y otra gente que se encarga de la logística, que inverna en la base (pasan un año en el continente blanco, en grupos pequeños con a lo mejor una única mujer durante los meses invernales). Entonces, yo quería hablar con todo el mundo sin que hubiese barreras entre categorías. Pero a veces había malentendidos con los hombres. Porque si yo sonreía mucho o hablaba de forma entusiasta lo podían interpretar a su manera. Estas cosas me pasaban mucho cuando era más joven. Ahora me pasa menos. No sé si es porque me conocen de anteriores campañas o por la edad. Entonces un desafío era saber cómo hablar a cada quién. Y también saber poner límites y decir no. Pero eso también ocurre todos los días en la vida en general.

Una cosa rara que me dijeron es que no fuese al doctor porque contaban historias sobre otras chicas a las que había pedido desnudarse aunque no hacía falta.

Una vez fui la única mujer con 25 hombres, aunque no lo pasé mal en ese caso, porque creo que se daban cuenta de mi circunstancia. Pero en otras situaciones sí, me ha pasado de escuchar chistes continuos porque no se me tomaba en serio, bromas, muchas de ellas sexistas hacía mí u otras mujeres, y siempre desde las mismas personas. No siempre es así. Ahora por ejemplo en la base en la que estoy han puesto un formulario de acoso que se puede rellenar de forma anónima, lo cual hace sentir más seguras a las mujeres, pero no solo, porque este tipo de acoso también suele pasar entre hombres. 

Al hilo de lo que nos cuentas, como Comisión de Igualdad de la AEET hemos tratado el problema que supone la inseguridad y el acoso en el entorno laboral o simplemente que el ambiente de trabajo sea desagradable, ya que al final es tu trabajo y tienes que ver a esa gente cada día. Sin embargo, normalmente podemos regresar a nuestras casas, tenemos apoyos: pareja, amigas, etc., pero en la Antártida esta desconexión no existe…

Aquí hay una zona común como un salón. Si no te quieres cruzar con alguien al final eres tú la que se tiene que ir. Muchas veces le puedes contar lo que sucede a alguien, para que llame la atención a la persona que te molesta y se intente solucionar la situación. Pero también muchas veces las personas no se sienten “acosadas” como para decírselo a alguien. A veces simplemente no te quieres enfrentar a nadie. Por ejemplo una vez de vuelta al continente un hombre me empezó a tocar el pelo en un sitio aislado y yo me quedé paralizada, intentaba mirar a las salidas de emergencia, pero tenía miedo de que pudiera intentar algo más. Una vez que logré liberarme de él, solo pensé en el hecho de que yo iba a ser el problema si hubiera hablado del incidente. También era más joven. Pero sí, hay cosas que pasan a escondidas.

Y cuando dices que el comportamiento de una persona no es bueno. ¿Las personas que os rodean le señalan su comportamiento? ¿O también les ríen las bromas?

Somos como una pequeña comunidad y se crean dinámicas. Siempre hay alguien que actúa de mediador y dice “déjala tranquila”. Pero sí, alguna vez me ha pasado que me he quejado o he hecho notar a algún hombre que una situación era bastante incómoda para mí y esta persona me dijo que estaba dramatizando y que no era tan grave. También hay hombres que actúan cuando la situación es realmente incómoda. La situación está mejorando mucho. Y tenemos que intentar hablar más por nosotras mismas, sin miedo. Porque hay cosas que se pueden resolver como un chiste que ha salido automático y que esa persona realmente puede aprender a no decir, aunque no es mi deber hacerlo. 

Tengo tres preguntas para matizar esto que estás contando, que me está pareciendo super interesante. ¿Quiénes son las personas que median y cómo surgen: espontáneamente o se designan? ¿Cuál es la proporción entre hombres y mujeres? Porque has dicho que has llegado a ser la única mujer en la base. ¿Quién es la persona encargada del formulario contra el acoso?

Hay una persona designada como mediadora. La base está manejada por un hombre que es un explorador que construyó su base en el continente antártico. Una persona en concreto es la encargada de recibir este formulario. También se puede hablar con la doctora o el encargado de los proyectos científicos. En otras estaciones no sé cómo funcionan. En la base americana sé que hay reglas muy claras y medidas muy restrictivas. Hay personas designadas.

Pero también hay personas que se dan cuenta y dicen las cosas de forma natural.

La proporción… diría que normalmente es de un 20% de mujeres… desde un 0% hasta un 20%.

¿Por qué crees que hay esta desigualdad entre hombres y mujeres? ¿Es más difícil para ellas entrar o de partida no tienen tanto interés?

Hasta hace 20-30 años las mujeres no podían venir a la Antártida. Se suponía que no podían aguantar las condiciones de aquí. Y no tiene nada que ver. Claro que hay que tener mucha fuerza y los hombres a veces tienen más, pero también los hay que no, especialmente los que se encargan de la parte científica. Es algo histórico-cultural. También porque aquí eran todos hombres militares, y decían que traer a una mujer desequilibraba todo, que podía haber peleas y cosas así. 

Ahora mismo somos cinco mujeres, entre 35 personas en total, lo cual es muchísimo. Esto ayuda a que haya un clima más tranquilo que cuando hay menos mujeres. Actualmente tenemos una doctora, y hay doble chiste porque es mujer y doctora. 

También hay mujeres que son madres y que no quieren o no pueden dejar a sus hijos o tienen que cuidar de alguien. Hay muchas mujeres que no llegan a venir porque tienen la creencia de que no son lo bastante fuertes y no pueden venir, o no se sienten apoyadas porque han pasado toda su vida escuchando que no pueden hacerlo.

Muestreando comunidades microbianas en suelo de los nunataks en una Open Top Chamber en la campaña de campo BELARE 2017/2018 durante el proyecto MICROBIAN, financiado por Belgian Federal Public Planning Service Science Policy (BELSPO).

¿Cómo de sencillo consideras que es entrar al mundo de la investigación en la Antártida? Supongo que hay muchos factores, ¿siempre te han cubierto los gastos o has tenido que invertir tu dinero?

Depende del instituto y también de tus jefes a veces. Hay cosas que no me gustan como que yo me tenga que comprar calcetines, medias, gorros… Muchas cosas que son necesarias, y que hay que comprar antes de venir y son caras. Por ejemplo, el instituto alemán me daba todo. Depende… Tengo un colega al que no le dan nada, ni siquiera una chaqueta para ir al Ártico. Me parece una locura que tengas que gastar 1000 euros en equipo. Si yo tengo un proyecto y tengo estudiantes, el proyecto tiene que tener dinero para cubrir esos gastos. También, en algunas estaciones te pagan más porque te estás perdiendo meses de “vida normal”, pero depende del programa, del país… no siempre.

Ahora que has hablado de equipación. Me comentaron una vez que a una chica le daban talla de hombre y todo le quedaba gigante. Entonces también tuvo que comprar muchas cosas de su talla.

Ahora eso ha mejorado mucho porque antes sí que no venían mujeres y no había nada de equipo para ellas. Pero ahora ya se están equipando cada vez mejor.

¿Y cómo son las instalaciones? ¿Los dormitorios son compartidos? ¿Y los baños, están mejor preparados para las mujeres teniendo en cuenta las necesidades que pueden tener?

Las mujeres duermen juntas por un lado y los hombres juntos por otro. Cuando no ha habido más mujeres he dormido yo sola. No hay mucho espacio en la habitación lo cual no es un problema porque no se pasa mucho tiempo dentro. Pero ahora todo se está equipando mejor también para las mujeres. Hay un baño solo para mujeres y dos más en los que entran también hombres. Claro, cuando tienes la regla es un poco incómodo porque no tienen lavabo dentro del baño por ejemplo. Pero ahora han construido baños solo para mujeres cerca de las habitaciones también (antes había solo urinarios). El espacio de las duchas es común para hombres y mujeres pero te puedes cerrar y hay espacio para cambiarte y tal. Pero creo que se han quejado y van a construir duchas también solo para mujeres. No sé bien como es en otras estaciones, y esta es mi experiencia en la base belga que todavía está en construcción. 

¿Nos podrías describir cómo es el día a día de una investigadora en la base?

Depende si tienes que ir de campo o no. Como tenemos todos los experimentos en las montañas, salimos cada vez que hace un buen día. Uno se levanta entre las seis, seis y media, el desayuno es hasta las ocho máximo. A veces hay una reunión a las ocho y media con los guías para ir a las montañas. Si uno tiene que quedarse aquí puede trabajar con el ordenador. El almuerzo es de una a dos y después la cena a las ocho. Cada uno tiene tareas una vez por semana. Por ejemplo esta semana yo soy responsable de limpiar los baños. Hay un día, el domingo, que el cocinero no trabaja y entonces ese día le toca cocinar a algunas personas. El 4 de febrero tengo que cocinar con otra persona por ejemplo. El reparto de todas estas tareas se hace estrictamente igualitario. Y aunque haya una persona encargada de limpiar la cocina (“kitchen aid” lo llaman, y cambia cada día), por ejemplo, cualquiera puede ayudar si ve que hay mucho trabajo, y eso suele pasar siempre. En ese aspecto la comunidad funciona muy bien. Nos llevamos bocadillos cuando tenemos que pasar el día muestreando y a la vuelta hay comida en un frigorífico y snacks que puedes coger.

¿Todo eso os lo dan o tenéis que llevarlo desde el continente?

Cuando vienes aquí, el proyecto paga un forfait, así que no tienes que pensar en llevar comida. A pesar de la comida (desayuno, almuerzo y cena), tienes también snacks como chocolate para dar energía.

¿Cómo miráis las condiciones para saber si podéis hacer campo o no?

Para tener una primera idea idea, tenemos unas banderas a la vista, aquí enfrente para ver la velocidad del viento y para tener mas detalles técnicos, miramos a una pantalla donde hay la velocidad exacta, la temperatura de verdad, y la sensación térmica, si estará nublado… Además hay previsiones semanales actualizadas cada mañana colgadas en una pizarra para que todo el mundo pueda consultarlas, pero al final es el guía el que decide si se puede salir o no.

Has dicho que desde pequeña querías ir a la Antártida, ¿qué es lo que más te ha fascinado de ese lugar?

A nivel de paisaje es excepcional. Es como otro planeta. El silencio cuando estás fuera. Es una sensación que no puedo explicar. Yo empecé a estudiar ciencias ambientales y naturales porque me iba a la montaña y me sentía muy empoderada en la naturaleza. Desde el punto de vista social también me gusta cómo las personas se ayudan entre ellas como antes he dicho. Compartes mucho con las personas aquí, que puedes volver a ver o no. Y si las ves sabes que tenéis en común algo muy fuerte. A mí no me cuesta cortar mi vida por un mes y luego seguir. Porque además tenemos internet y no lo sientes tan mal. Es solo un mes y vives una experiencia increíble. Aquí se crean amistades muy fuertes, como si fuesen amigos de toda la vida con los que compartes algo excepcional. Y eres tú misma y no puedes fingir.

¿Has estado allí un mes de seguido o más?

Tres meses lo máximo. Y de últimas ya extrañaba un poco mi casa. Fue la primera vez pero en la península que es más animada porque hay animales alrededor. Aquí no, las temperaturas son más frías, todo se vuelve más peligroso, entonces el tiempo pasa más lento, creo, comparado en la península, pero igualmente es hermoso.

¿A qué distancia de la base más cercana?

Por lo menos 150 km. 

¿Tenéis alguna forma de ocio allí en vuestra comunidad? ¿Os hacéis compañía?

Después de la cena nos juntamos. Vemos películas, hay ping-pong, futbolín… Cada sábado hay un aperitivo a las siete y media antes de la cena con cerveza y vino. Todo racionado. Nos quedamos después jugando o poniendo música. Es muy divertido y sirve para descargarnos de todo el trabajo. Porque aquí se trabaja cada vez que hay buen tiempo, como es muy caro solo venir en avión, no nos podemos permitir “perder el tiempo”. Pero todos necesitamos descansar y hacer cosas por la noche. El domingo es día de descanso aquí, aunque si hace buen tiempo se sale igual para coger muestras.

Pasando un poco a la parte de contribución científica, ¿tú dirías o tienes la sensación de que a la hora de comunicar vuestros resultados fuera en el ámbito científico tienen más voz o se hacen notar más los hombres? ¿Se escucha más a un compañero que a una compañera que ha estado en la Antártida?

Lamentablemente sí. La Antártida sigue siendo un sitio del que se sigue contando la historia de que sobre todo hombres fuertes y valientes pueden hacer ciencia aquí. Por otro lado, ya me ha pasado bastantes veces que, por ejemplo, el guía pregunte solo a los hombres de nuestro equipo. Aunque haya cosas que yo sé mejor, porque  tengo más experiencia, que puedo explicar porque las he hecho anteriormente y me quedo preguntándome si es porque soy mujer que no me preguntan. Yo no quiero interrumpir, pero sí ayudar a mi colega que era, en este caso en concreto, su primera vez. Seguramente a veces es también por la edad, que me ven además de mujer, joven. Por suerte, esto no pasa con todo el mundo, y por ejemplo, al cambiar de guía esto no me volvió a pasar. Pero el hecho de que pase una sola vez, ya es en sí puede ser un problema, porque cuando no se escucha a gente con experiencia en sitios peligrosos, nos ponemos potencialmente en peligro todos.

¿Qué consejos darías a aquellas personas que están interesadas en seguir una carrera antártica según tu experiencia y qué factores has considerado que han sido claves en tu caso?

A veces no preguntamos por timidez, por ejemplo, si podemos hacer una estancia en un lugar dado; o por no tener suficientes publicaciones; o porque no tenemos claro qué se podría hacer… Ponerse en contacto con la gente siempre me ha ayudado muchísimo. Por ejemplo, mi jefa de Alemania me envió a mí porque ella escribió el proyecto pero tuvo un bebé y me mandó a mí en su lugar. Todo esto después de solamente haber hecho una estancia en su laboratorio, pero ella sabía que ir a la Antártida era mi sueño (y bueno, también supongo que trabajé bien durante la estancia). No hay que tener miedo de preguntar, así es como surgen las oportunidades. No hay que pararse al primer “no” que recibamos. Hay que decir claramente “yo quiero hacer esto, yo tengo ganas de esto” aunque no tengas clara tu idea, porque eres joven. Hay que estar siempre dispuesta a preguntar. 

También me ha ayudado mucho el networking y las redes de trabajo. Hay una asociación para investigadores en etapas tempranas de la carrera científica polar que se llama APECS: https://www.apecs.is/. Ahí puedes conocer a mucha gente, también muchos mentores, profesores, etc. A veces he necesitado algo y lo he conseguido al preguntar en esa red. Por ejemplo, una vez me guardaron unas muestras en un frigorífico a -80ºC en Sudáfrica cuando las muestras llegaron allí durante la pandemia y no sabíamos dónde guardarlas hasta que no abrieran de nuevo las fronteras. 

Valentina, ¿has tenido alguna inspiración o referente en tu carrera?

Cuando empecé, yo todavía no conocía a ninguna mujer, referente… es verdad que tuve muchas supervisoras. Pero a mí sí me gustaría servir de inspiración. Por eso me gusta mucho ir a colegios, hacer divulgación y escribir proyectos, porque pienso que no se ven a muchas mujeres haciendo investigación en lugares extremos y todo esto puede servir para animar a otras mujeres a hacer cosas en estos ambientes. Mi jefa de Alemania por ejemplo me empujó a publicar mi tesis de máster. Aunque también me he encontrado a mujeres muy competitivas. Esa no es mi idea. En mi primera estancia en la estación belga me pasó que una mujer mucho mayor que yo no me habló casi nada durante toda la campaña, por una razón que desconozco. Yo solo quería otra mujer en la que poder apoyarme. Si entra una mujer más joven que yo, a mi me gustaría poder ayudarla y poder hacer de guía para ella.

¿Cuáles son tus perspectivas futuras? ¿Cómo de fácil ves que tu carrera se oriente a la investigación en la Antártida?

Yo siempre he pensado en crear un laboratorio. Creo que es necesario que exista la  oportunidad de trabajar en el sitio en el que se quiera, poder establecerse, no es justo que las y los investigadores muchas veces tengan que moverse tan frecuentemente  para poder conseguir una plaza fija en algún momento. Mi jefa de Alemania no se fue a la campaña antártica a la que yo fui  porque sus hijos eran pequeños y su marido muchas veces trabajaba fuera también. En un momento tuvo también que parar con la investigación porque no producía bastantes artículos científicos. Para mí ella fue la mejor supervisora que yo he tenido. Muchísimos hombres sí que se van a muestrear sitios extremos y no pasa nada. Las mujeres a veces renuncian a su carrera y a sus sueños. Tener una familia no debería  ser un límite. Ser mujer o joven no debería ser una limitación. 

Muchas gracias por tu tiempo Valentina, ha sido una entrevista muy interesante.

Esta entrevista fue realizada en febrero de 2024, mientras Valentina se encontraba en la base Princess Elisabeth Antarctica haciendo su 5ª campaña Antártica, por Virginia Domínguez, Sara Gamboa, Ana García y Elena Velado.

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