EL ARBOL DE LA CIENCIA

CSIC 2

Cuando yo empecé en esto de la Ecología, recién muerto Franco, investigar en este país era una penuria. Casi no había profesores y no les hablo ya de infraestructuras o de dinero, que eran de risa. Para que se hagan una idea, la Estación Biológica de Doñana/CSIC, actualmente centro de excelencia Severo Ochoa y de reconocido prestigio a nivel mundial, un edificio enorme que alberga a 400 personas entre investigadores, técnicos y personal de apoyo, ocupaba por aquel entonces un chalecito de escasos 500 m2 que olía a rayos y en el que habitaban dos investigadores en plantilla, dos secretarias, un par de técnicos, media docena de becarios predoctorales, una colección creciente de vertebrados (que apestaba), una biblioteca y una nube de estudiantes y visitantes variopintos, además de una hiena y un cocodrilo vivos. Pero eso si, los maestros eran buenos y había mucho entusiasmo e ingenio para conseguir investigar a coste casi cero. Menos mal que la ecología es barata, ya que con prismáticos, cintas métricas, palos, cubos, botellas, alambre, cuerdas, lupas, libretas, lápices y calculadoras se podían averiguar muchas cosas en un mundo del que se sabía bastante poco. Así que cuando la cosa cambió y por fin nuestros próceres se dignaron a apostar por la ciencia cambiando leyes, creando centros e invirtiendo dinero en investigación y formación la Ecología despegó de forma meteórica, pasando de la nada a ser muy considerada a nivel internacional. Y no lo digo yo, lo dicen los “popes” de la disciplina a nivel mundial, que mas de uno me ha preguntado con curiosidad a que se debe que los ecólogos españoles sean tan buenos. En la actualidad hay tantos ecólogos españoles entre los más citados del mundo como en Francia, Alemania o Inglaterra, países más ricos, con más población y mayor tradición científica que nosotros. Así que no es de extrañar que investigadores de toda procedencia con curricula de vértigo se den tortas por trabajar en nuestros centros de excelencia. Y lo que les cuento de la Ecología no es una excepción, sino la regla, ya que ha pasado en todas las ramas de la ciencia, alcanzando las mayores cotas las más baratas, como las matemáticas, donde somos punteros. Porque encima el balance calidad/precio de toda esta operación ha sido inmejorable, lo que tendría que hacernos sentir orgullosos y deberíamos cuidar al árbol de la ciencia como oro en paño.

¿Para que queremos mantener nuestro árbol lozano y hermoso? No voy a entrar en disquisiciones filosóficas acerca del valor intrínseco del conocimiento, no, voy a hablar en el lenguaje que gusta al poder, el del dinero y la rentabilidad. Un árbol de la ciencia produce frutos valiosos que nos dan de comer de forma estable. Bien es cierto que es vecero (produce de forma irregular en el tiempo), pero con buenos cuidados puede alimentarnos de forma relativamente estable a largo plazo, igual que una dehesa bien gestionada engorda cochinos de forma estable a largo plazo, aunque las encinas sean veceras. ¿Y cuales son estos frutos? Pues los conocimientos básicos de los que se alimentan las nuevas tecnologías que en la actualidad hacen prósperos a los pueblos. La India es un bonito ejemplo de cómo un árbol bien cuidado rinde frutos muy provechosos. El pasmoso desarrollo económico del país en los últimos 20 años, basado en industrias novedosas como el software de todo tipo, las farmacéuticas o la automoción ha sido posible gracias a que el país llevaba desde 1951 invirtiendo en educación a todos los niveles y muy especialmente en la superior de alta calidad y en la investigación científica, siguiendo las directrices humanistas de Mahatma Ghandi y el ideario progresista de Nehru, su sucesor.

Pero los próceres que ahora nos gobiernan parece que no se han enterado de esto, ya que han decidido podar el árbol de la ciencia en aras precisamente de esa economía que tanto gusta al poder. Y no lo están podando con un hachita de forma primorosa, quitando las ramitas secas para que el conjunto crezca mejor, no, lo están desmochando con una motosierra y dejándolo hecho una pena. Piensan, creo yo, que se recuperará sin problemas de tamaña carnicería y volverá a crecer y dar frutos, pero me temo que no son muy duchos en silvicultura o jardinería y no saben que una mala poda daña a los árboles de por vida, pudiendo llegar a matarlos. Bien claro que lo tenían los antiguos, que en el medioevo francés tenían por costumbre castigar a los nobles díscolos cortando los árboles de sus bosques a la altura de la infamia, es decir, a la altura de un hombre. Los árboles sobrevivían y rebrotaban, con lo que no se producía ningún desastre ambiental, pero ya no producirían hermosos fustes, fundamentales para la construcción de edificios y que por ello daban buenos dineros. A cambio solo podrían ser aprovechados para leña y pastoreo, mucho menos rentable. Lo más sorprendente de todo este asunto es que dicen que es por ahorrar. Será el chocolate del loro, porque mantener el árbol de la ciencia es barato, mucho más que rescatar bancos o mantener las poco rentables obras faraónicas a las que se han dedicado con fruición. Pero recomponerlo es carísimo y además muy lento. Parece que no son conscientes de que por ahorrarse cuatro perras están matando a la gallina de los huevos de oro.

Vendrán mas años malos y nos harán mas ciegos …” (Rafael Sánchez Ferlosio)..

csic tronchado 2

Rocio Fernandez Ales
Expresidenta de la AEET

Carta abierta de la AEET sobre la deriva de la gestión de la política científica

One thought on “EL ARBOL DE LA CIENCIA

  1. Ahora también es una penuria investigar en España, si te quedas…

    Y sí, aquí se mata la gallina de los huevos de oro y ni siquiera se aprovecha para caldo…

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