
El hombre ha resultado ser un fijador de nitrógeno atmosférico muy eficiente, ya que en 100 años ha conseguido el solito sobrepasar a todas las demás especies fijadoras, tanto simbiontes como libres. Obtenemos casi la mitad de todo el Nitrógeno que fijan los seres vivos, y sobrepasamos incluso al rizobio de la soja, tan abundante. ¿Para que queremos tanto Nitrógeno?
Principalmente para abonar los cultivos, pues para eso usamos el 80%. La rápida expansión tras la segunda guerra mundial de la agricultura de la revolución verde o agricultura del petróleo, que usa masivamente abonos nitrogenados de síntesis, ha hecho que la producción agrícola se haya multiplicado por 2,4 con un incremento de las tierras de cultivo de solo el 30%. Este aumento espectacular de la comida explica porqué la población humana se ha duplicado y porqué estamos empezando a sufrir una epidemia de obesidad. Según la FAO la agricultura comercial nos provee actualmente de cerca de 3000 Kcal por habitante y día, más de lo que necesitamos. A esto hay que añadirle la agricultura de subsistencia, que la FAO no cuantifica, y que no es nada despreciable en los países en desarrollo. Producimos más comida que la que nos podemos comer.
La cosa no tendría mayor problema si no fuese porque los cultivos no aprovechan todo el Nitrógeno que les proporcionamos. Sí lo hacen cuando están creciendo, pero cuando el campo está en barbecho tras las primeras lluvias se pierde N por lavado, ya que no hay plantas que lo puedan aprovechar. Se calcula que entre el 15 y el 34% del N añadido a los cultivos se pierde por esta vía, pasando como nitratos a las aguas subterráneas y superficiales, y de ahí a los ríos, estuarios y mares. Una contaminación difusa que afecta a áreas extensas. En nuestro país el 25 % de las aguas subterráneas están contaminadas con nitratos procedentes principalmente de los cultivos, lo que hace al agua no potable, pues los nitratos pueden afectar a nuestra salud. Además, el nitrato en las aguas incrementa la producción de las algas, lo que disminuye la luz que llega al fondo de los lagos y produce anoxia en el fondo por exceso de materia orgánica, con elevadas mortandades de organismos bentónicos. Esta mayor producción también dificulta y encarece todos los procesos de depuración y potabilización de las aguas.
A la contaminación difusa hay que añadirle la contaminación de materia orgánica más puntual, procedente de los asentamientos humanos y granjas de animales estabulados. Porque el Nitrógeno que han aprovechado nuestros cultivos no se queda ahí, sino que pasa a la cadena alimentaria y acaba en buena parte en las aguas residuales como amonio y materia orgánica que al descomponerse libera sales de nitrógeno que pueden ser usadas por otros organismos. No es tan fácil librarse del Nitrógeno añadido.
La Unión Europea, consciente del problema, ha dictado una serie de directivas para atajarlo. Es necesario usar menos Nitrógeno y mas eficientemente. Pero esto no nos va a quitar el problema de un plumazo, ya que todo el Nitrógeno acumulado actualmente en los acuíferos tardará mucho tiempo en salir, del orden de décadas. Aunque mañana mismo consigamos reducir de forma notable el Nitrógeno que añadimos, seguiremos sufriendo por muchos años las malas prácticas del pasado.
La forma de librarse para siempre del Nitrógeno añadido es por dos vías: desnitrificación y enterramiento en los sedimentos. Una pequeña parte se queda retenida en los suelos agrícolas o en los sedimentos de lagos y plataforma continental, y la mayor parte se desnitrifica, pasando de nuevo a la atmósfera como N2. Para que haya desnitrificación es necesario que el medio pase por periodos de oxidación (las bacterias nitrificantes convierten el amonio en nitrato) y reducción (las desnitrificantes convierten el nitrato en N2) alternativamente, y esto es lo que ocurre en las lagunas, lagos, marismas, lechos de inundación de los ríos y campos de regadío, que es donde se da principalmente este proceso, además de en los océanos. Los malditos desnitrificadotes nos están librando de un problema. Pero no cantemos victoria tan pronto. La desnitrificación produce además de N2 oxido nitroso (N2O), un gas invernadero 300 veces mas potente que el CO2 y que dura mucho tiempo en la atmósfera, pues su tasa de renovación es de 120 años, muy superior a la del CO2, que es solo de 5 años. Menos mal que hay poquísimo en la atmósfera, solo trazas, pero está aumentando últimamente a una tasa del 0,3% anual, lo que podría constituir un problema en el futuro.
¿Para que usamos el resto del Nitrógeno? Para algunos procesos industriales como la fabricación de hilaturas o productos de limpieza y para fabricar explosivos. Antiguamente, la escasez de salitre (nitrato potásico) limitaba la cantidad de explosivos, pero ahora no. Esto ha facilitado mucho la construcción de grandes infraestructuras como presas, túneles, autovías, redes ferroviarias, canales etc., que han proliferado tanto en los últimos años y que tanto impacto ambiental tienen, al modificar cursos de ríos, fragmentar paisajes o abrir vías de colonización de especies invasoras. Por no hablar de la guerra. Los bombardeos masivos de los B52 sobre Vietnam con los que nos deleitaba la televisión en las sobremesas de mi infancia o la proliferación de coches bomba en los conflictos actuales no hubiesen sido posibles hace cien años, sin fijación de Nitrógeno. La guerra se ha hecho mucho mas mortífera, no solo para los humanos sino también para el resto de la naturaleza. El impacto ambiental de la guerra actual es terrible, no solo para los que la sufren, sino también para las futuras generaciones. No me voy a detener en contárselo, lo pueden leer aquí.

El Nitrógeno nos está cambiando la vida. Gracias a él la población humana se ha podido duplicar y estamos la mar de bien alimentados, aun a costa de alterar un ciclo tan delicado que afecta al resto de la biosfera y a nuestra salud. Pero también gracias a él no solo podemos volver a ser la mitad sino también dejar la biosfera hecha unos zorros, ya que ha crecido una barbaridad nuestro potencial destructor. Deberíamos empezar a plantearnos si no estamos fijando demasiado Nitrógeno, si no sería mas sensato usarlo mas eficientemente en la agricultura reciclandolo mas, como se hacía antiguamente con la agricultura a sangre, y sobre todo si no estamos fabricando demasiados explosivos, teniendo en cuenta que las armas las carga el diablo.
Rocío Fernández Alés
Expresidente de la AEET
Fernández Alés, R. & Solbrig, O. 2000. Is famine and malnutrition a question of supply or demand?. Implications for environmental sustainability. En Solbrig, Paalberg and Di Castri (eds.). Globalization and the rural environment. Harvard University Press. pp 49 –71.
Schlesinger, W.H. 2000. Biogeoquímica. Ariel. 577 pp.
También lo usamos en la cocina pija y como nueva droga (el gas de la risa: cada globito 5 €)