EL BOSQUE Y EL AGUA

Pinus nigra cazorla
Pinus nigra en la niebla. Cazorla. Fotografia de la autora

La vegetación es como la piel del mundo. Ya sea gruesa como una selva o fina como los líquenes que cubren las rocas, siempre está separando el cielo de la tierra y por eso controla los intercambios entre ambos. Por ejemplo, la vegetación le roba al cielo el Carbono del que se alimenta; pero no se lo devuelve todo, pues la mitad lo usa para hacer tejidos que acaban muertos en la tierra. Allí los basureros de la naturaleza los van procesando y devolviendo pacientemente al cielo el Carbono robado. Pero no pueden con todo y una pequeña parte, así como el 1% de lo que se roba anualmente acaba enterrado mezclado con las rocas. Poquito a poquito la vida ha enterrado la friolera de 15.000 billones de toneladas de Carbono, que es como 20.000 veces mas que lo que hay actualmente en la atmósfera o en la materia viva, para que se hagan una idea. No se preocupen que todo este carbón está demasiado diluido en la tierra y no se puede usar como combustible. Utilizables solo hay unos 4 billones de toneladas, como 6 veces lo que hay en la atmósfera, que ya es una barbaridad, pero una nimiedad comparado con lo que hay diluido.

La vegetación también controla los intercambios de agua entre el cielo y la tierra. Esta molécula no cambia de composición química sino de estado. Liquida en la tierra el calor del sol la convierte en gas que se va al cielo. Allí se enfría, se condensa y cae a tierra. Donde hay vegetación se evapora mucha mas agua que en el suelo mondo, ya que la superficie evaporante es mucho mayor. Lo normal es que una vegetación continua bien vestida de hojas tenga 4 m2 de hojas por cada m2 de suelo, así que donde está hay cinco veces más superficie que en un suelo pelado. Pero no solo eso. Las hojas están trufadas de unos agujeritos, los estomas, que se abren por el día para coger el Carbono del aire y de paso evaporar el agua que sube por sus raíces y tallos para refrescarse. A ver si no quien aguanta todo el día al sol. El agua que no se ha evaporado y consigue colarse en la tierra la sacan las plantas hasta de varios metros de profundidad, cosa que no ocurre en el suelo pelado del que no sale agua de más abajo de pocos centímetros.

Algunos estarán pensando, “‘¡que desperdicio!, toda esa agua evaporada en vez de pasar a nuestros ríos y embalses para que nosotros la usemos!” . Las cosas no son tan fáciles. En primer lugar depende de lo que llueva. Si es mucho no está nada mal que se evapore una buena parte para evitar inundaciones. Incluso donde llueve poco y la vegetación nos “roba” el agua, como ya les conté aquí, hay que considerar otros aspectos. Las plantas evaporarán mucho, pero también facilitan que el agua se infiltre en tierra. En el suelo desnudo el agua de lluvia golpea con fuerza, disgregando el terreno, y corre rápidamente por superficie, arrastrando todo a su paso. Donde hay vegetación el agua cae mansamente al suelo, ya que las hojas paran el golpe. Cuando llega encuentra una tierra llena de poros creados por raíces y fauna por donde se cuela fácilmente, fluyendo subterránea hacia los ríos, mucho más despacio que por superficie. El resultado es que un chaparrón sobre la tierra desnuda baja rápidamente al río cargado de partículas haciendo subir su nivel de repente, mientras que sobre la vegetación baja lentamente, mas repartido en el tiempo, evitándose las inundaciones catastróficas. La vegetación regula en caudal de los ríos y protege la tierra de la erosión. Si tenemos en cuenta que donde llueve poco suele hacerlo pocas veces y con chaparrones intensos la vegetación es crucial para evitar inundaciones y erosión, algo que compensa con creces el agua que nos “roba”.

La vegetación no solo facilita el tránsito del agua de la tierra al cielo sino también el contrario: atrae la lluvia y el rocío. Cuando el vapor de agua se condensa en el aire no cae de forma inmediata. Primero tiene que coalescer, formar gotitas que pasado cierto tamaño pesan demasiado y caen. El que haya partículas y aerosoles en el aire facilita mucho la formación de gotas a su alrededor, y la vegetación emite muchas partículas, como polen, esporas de hongos o bacterias, que hacen de núcleos de condensación favoreciendo la lluvia. También capta el agua de la niebla mejor que una superficie yerma, ya que tiene un área mucho mayor. En esto los bosques son los reyes, ya que se alzan como enormes pantallas que atrapan la niebla. En zonas donde llueve poco, como las islas Canarias, los bosques de altura capturan el agua de las nubes que transportan los alisios y que no suelen descargar allí. El agua precipita sobre los troncos, ramas y hojas, escurriendo hasta la tierra, almacenándose en la porosa roca volcánica y manando por las fuentes. Una parte nada despreciable del agua de las islas procede de aquí, y desaparecería al desaparecer el bosque.

La vegetación es crucial para que llueva tierra adentro. La mayor parte del agua que se evapora lo hace de los océanos, ya que tienen mucha y son tres veces más extensos que la tierra firme. Casi toda (90%) llueve sobre el mar, y el resto los vientos la arrastran a tierra, donde cae. Si tenemos en cuenta que el tiempo de residencia del agua en la atmósfera es de poco más de una semana, no puede llegar muy lejos, cayendo la mayor parte cerca de la costa, sobre todo cuando hay una montaña cerca que no deja pasar las nubes. Detrás de la montaña casi no llueve como ocurre al Este de la enorme cordillera que recorre por el Oeste todo el continente americano (desiertos de Atacama, Chihuahua, Sonora, Mojave…). Así que lo que llueve tierra adentro procede de lo que se evapora en tierra y en esto la vegetación como ya hemos visto juega un papel importante. Si la eliminamos el agua no llegará muy lejos, aumentando la superficie de las zonas áridas del centro de los continentes.

Toda cubierta vegetal cumple este papel, pero también hay que reconocer que hay cubiertas y cubiertas. Cuanto más gorda más evapora, más favorece la infiltración, más sujeta la tierra, más regula el caudal de los ríos etc. No es lo mismo un bosque de decenas de metros de espesor que un césped de decenas de centímetros, aunque siempre es muchísimo mejor que nada. Así que los bosques cumplen un papel importante en librarnos de inundaciones y aterramientos, llenar los acuíferos de agua o regar las zonas alejadas de la costa, por lo que deberíamos cuidarlos como oro en paño.

Eso parece que va a empezar a ocurrir, porque organismos internacionales como la FAO o la UNEP, pertenecientes a la ONU, han incluido los bosques en la política de gestión de recursos hídricos, tan preciosos para los humanos. Así que la UIFRO (International Union of Forest Research Organizations), una organización que reúne a la mayoría de las sociedades científicas, instituciones académicas y otras organizaciones que estudian la estructura y funcionamiento de los bosques de todo el mundo, se ha puesto manos a la obra y ha declarado como línea prioritaria para los próximos cinco años el estudio de las interacciones entre bosques, suelos y agua. No es que no sepamos ya bastante de esto, es que se necesita saber mas para una gestión adecuada de los miles de bosques distintos que hay en el planeta. No es lo mismo un bosque donde llueve mucho que donde llueve poco, donde hay niebla y donde no la hay, donde hace frío o hace calor. Tampoco todos los árboles se portan igual ni en todas partes se aprovechan los mismos recursos. La revista ECOSISTEMAS se ha unido a esta iniciativa, dedicando el último número a las relaciones entre el bosque, el agua y el suelo. No se la pierdan.

Rocío Fernández Alés

Expresidente de la AEET

 

Bosques, suelo y agua: explorando sus interacciones. Ecosistemas 26. Mayo – agosto 2017.

2 thoughts on “EL BOSQUE Y EL AGUA

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