La abeja de la miel (Apis mellifera) es un animal que llevamos criando miles de años y que nos reporta dos productos muy cotizados: miel y cera. Originaria de Europa, África y Oeste de Asia el hombre la ha llevado por donde ha ido, así que ahora está también en América, Australia y el resto del mundo. Además de producir poliniza muchos cultivos, pues los apicultores la ponen allí temporalmente durante la floración. El resultado es que está por todas partes y en abundancia. Siempre hay muchas en todos los estudios de polinizadores, al menos en el mediterráneo, salvo en algunos sitios como la sierra de Cazorla, un parque natural grandísimo en el SE de la Península Ibérica en el que al no haber colmenas hay muy pocas. Esta exuberancia de abejas tiene que tener algún efecto sobre el resto de polinizadores que andan por el campo y que comen lo mismo que ellas. ¿Cómo se llevan nuestras abejas con el resto de polinizadores? Esto es precisamente lo que nos cuentan Juan Ignacio Agüero y colaboradores en el último número de la revista ECOSISTEMAS
Las abejas domésticas son de las pocas abejas sociales que hay y las mejor organizadas. Comen de todo, así que compiten con muchísimos otros polinizadores más especializados y que están a varios km a la redonda de la colmena, pues son capaces de explorar hasta esas distancias por lo bien que se comunican. Como visitan todo tipo de flores pueden transmitirle parásitos y enfermedades a innumerables especies silvestres que visitan las mismas que ellas. Cuando no hay bastante comida el hombre las alimenta, con lo que sus poblaciones no están controladas por los recursos que obtienen y están siempre omnipresentes. Vamos, que tienen todas las papeletas para llevarse fatal con los demás. ¿Qué hay de cierto en esto?
El que haya menos polinizadores donde hay abejas o que se vayan a comer a otro sitio en su presencia indica que puede haber competencia, pero hacen falta pruebas más sólidas para asegurar que las abejas aumentan la mortalidad o disminuyen la natalidad de sus competidores. De esto ya hay menos estudios y sus resultados son a menudo contradictorios. A veces se ha visto que al meter abejas los otros polinizadores disminuyen, pero otras veces no lo hacen porque se van a comer otras plantas. En parajes agrícolas con parcelas enormes y homogéneas los abejorros disminuían cuando había abejas, pero no lo hacían en paisajes heterogéneos con pequeñas parcelas de todo tipo, debido posiblemente a que aquí hay más flores silvestres y la competencia es menor.
Hasta la década de los 80 del siglo pasado las infecciones virales en las abejas se consideraban bastante inofensivas, hasta que las abejas asiáticas (Apis cercana) les contagiaron un parásito (Varroa destructor) que transmite muchos virus. Desde entonces parásitos y virus se han propagado por todo el mundo haciendo estragos en las colmenas. Las abejas se los han contagiado a los polinizadores silvestres al visitar las mismas flores. En Europa, Norteamérica y Japón se han detectado como la mitad de los virus de las abejas en 14 especies de abejorros (Bombus spp) y en abejas silvestres de distintos géneros. No se sabe cómo afectan a los polinizadores silvestres, si bien algunos trabajos han encontrado deformidades, cambios de comportamiento, reducción de la supervivencia o colapso de las colonias.
Y a las plantas, ¿Qué les parece todo esto? El que las abejas desplacen a los otros puede ser bueno o malo dependiendo de si se dan mejor o peor maña polinizando que los silvestres. En general lo hacen peor, lo que disminuye la producción de semillas. Pero en el caso de que la cosecha de simientes esté limitada por la falta de polinización, algo común, meter abejas la aumenta y como consecuencia la cantidad de semillas crece. No solo en los cultivos, sino también en plantas silvestres. En sitios perturbados de los bosques amazónicos las abejas se han convertido en los principales polinizadores del árbol Dinizia excelsa en bosques fragmentados, que ha aumentado su cosecha de simientes.
Como verán los resultados que se encuentran son de lo mas variopintos. A veces las abejas se llevan bien con los demás y a veces mal. En ocasiones hacen que la producción de semillas aumente y otras que disminuya. Es que la naturaleza es muy barroca, las redes que relacionan a los seres intrincadas y siempre acaba todo dependiendo del contexto. En general, lo que se puede decir es que a las abejas les pasa como a las medicinas: el veneno está en la dosis. Pocas pueden ser inocuas, beneficiosas a las dosis exactas y tóxicas a grandes dosis. Actualmente no sabemos mucho de cuáles son las adecuadas para que la polinización incremente en general sin perjudicar a los demás, porque depende del sitio. En paisajes homogéneos con pocas flores silvestres como en los paisajes actuales de agricultura industrial pueden ejercer una gran presión sobre los demás y en otros heterogéneos con más lindes, prados y bosquetes, con más flores, muy poca. También dependerá de quienes están allí, tanto polinizadores como plantas silvestres o cultivadas, porque no todos se llevan igual de bien. Es cuestión de examinar cada caso para poderlo determinar.
Atiborrar los cultivos de abejas pensando que así la polinización será mayor puede ser contraproducente si las abejas eliminan a los demás por competencia y son peores polinizadoras que los nativos. Es mejor poner menos y que entre todos hagan la labor, que rendirá mas frutos. Tampoco tiene mucho sentido inundar de colmenas los parques naturales, como ocurre en el del Teide, en las islas Canarias. Se supone que los parques naturales son para conservar la fauna silvestre y las abejas a altas densidades la dejan sin comida.
La apicultura no es una actividad inocua para la naturaleza ni algo imprescindible para que las plantas se polinicen. Es una ganadería extensiva como otra cualquiera, y como toda ganadería extensiva tiene sus pros y sus contras. Bien llevada es una aliada de la conservación y de la producción agrícola y un desastre si está mal manejada.
Rocío Fernández Alés
Expresidente de la AEET
Agüero, J.I., Rollin, O., Torretta, J.P., Aizen, M.A., Requier, F., Garibaldi, L.A. 2018. Impactos de la abeja melífera sobre plantas y abejas silvestres en hábitats naturales. Ecosistemas 27(2): 60-69.
Valido, A., Rodríguez Rodríguez, M.C., Jordano, P. 2014. Impacto de la introducción de la abeja doméstica (Apis mellifera, Apidae) en el Parque Nacional del Teide (Tenerife, Islas Canarias). Ecosistemas 23(3): 58-66.
Frisch, K. 1984. La vida de las abejas. Labor. 237 pp.