Cuando nos hablan del cambio climático, tendemos a pensar en ambientes ya áridos de por sí, zonas con veranos secos y calurosos. Pocas veces pensamos en las frías cimas de las montañas, como si nuestra inaccesibilidad fuera a contagiar a los grados centígrados y desalentarlos en su intento. Pero por desgracia, tal vez con más facilidad que nosotros, el aumento de las temperaturas logra escalar hasta las cimas. Y son las comunidades de flora y fauna características de la alta montaña las que son mas vulnerables al cambio climático.
Estos ecosistemas están sufriendo el aumento de la temperatura y la sequía, además de un cambio en los usos del territorio. Así, uno de los principales problemas que sufren estas comunidades es el aumento de la matorralización. Estos dos factores suponen un cambio en las condiciones de vida de esta comunidad, que ponen en peligro su supervivencia. El grupo de investigación liderado por Adrián Escudero y Jose María Iriondo, de la Universidad Rey Juan Carlos, estudia el efecto del cambio global en la sierra madrileña de Guadarrama, donde llevan años centrados en la respuesta de dos especies características de comunidades de pasto de alta montaña: Armeria caespitosa y Silene ciliata (en la imagen). De su estudio se extrae el diagnóstico de la vulnerabilidad de estas especies al cambio global, así como información útil para desarrollar acciones de conservación.
La supervivencia de las plantas en estas condiciones depende de su capacidad migratoria, o de su capacidad para tolerar las nuevas condiciones (imagen). El ecosistema de alta montaña, al estar restringido a las zonas más elevadas de los sistemas montañosos, se extiende formando un mapa de puntos inconexos, como islas en un mar de nubes. Las migraciones con distancias tan grandes se limitan a escasas ocasiones, pero les queda la posibilidad de acompañar a las temperaturas y ascender. Dentro de cada “isla” pueden encontrarse más de una zona de pasto, como pueblos dentro de la isla, ubicadas a distintas alturas y orientaciones, algunas más próximasplantas entre sí que otras. La conexión entre estas poblaciones es fundamental para evitar problemas de endogamia (consaguinidad).
Armeria caespitosa es una planta de forma almohadillada que luce unas vistosas flores rosas, que tiñen de color los pastos tras la retirada de las nieves invernales. El estudio de las poblaciones de esta especie en la Sierra de Guadarrama indica que la especie responde bien al cambio: las plantas se reproducen con normalidad en todas las poblaciones de la sierra, si bien la conexión entre poblaciones vecinas es baja, están poco comunicadas, o lo que es lo mismo, aisladas. Este aislamiento favorece fenómenos de consanguinidad, que produce el deterioro de la población. Aunque por otro lado, es este aislamiento lo que permite que se fijen adaptaciones. Esto quiere decir que si ante las nuevas condiciones en la población aparece un rasgo ventajoso, como por ejemplo florecer antes para coincidir con la época húmeda, las plantas con este rasgo dejarán mas descendencia, y a lo largo de las generaciones el rasgo “floración temprana” dominaría en todos los individuos de esa población. Si entran individuos vecinos, sin este rasgo, el proceso se ralentiza en detrimento de los individuos, que no logran adaptarse a las nuevas condiciones. Por eso, este aislamiento puede beneficiar a las poblaciones a generar respuestas locales que le permitan sobrevivir.
Silene ciliata es otra planta de forma almohadillada con flores, aunque menos vistosas, también rosas, que podemos encontrar en pastos de alta montaña por toda la Península. Esta especie parece más sensible a los cambios, y sus poblaciones, sobre todo en años con sequías acentuadas, están reduciendo los niveles de reproducción y supervivencia de las plantas más jóvenes, en especial los individuos de las poblaciones más bajas. Este hecho preocupa a los investigadores, ya que si los individuos jóvenes, que son los que pueden presentar adaptaciones, se mueren o no se reproducen, la población no se adapta, y su salida sería ascender monte arriba.
Como no todas las especies son iguales, sus respuestas al cambio climático tampoco tenían por qué serlo. En la Sierra de Guadarrama, ante el mismo fenómeno de ascenso de temperaturas y pérdida de hábitat por invasión del matorral, las especies responden de una manera: huyendo montaña arriba, como hace Silene, o adaptándose a las nuevas condiciones, como está haciendo Armeria. Otras se quedan por el camino, como soldados en la batalla ante un enemigo que avanza inexorablemente.
Nieves Martín Robles
estudiante de doctorado Universidad Rey Juan Carlos
A. Escudero, R. García-Camacho, A. García-Fernández, R.G. Gavilán, L. Giménez-Benavides, J.M. Iriondo, C. Lara-Romero, J. Morente, D.S. Pescador (2012). Vulnerabilidad al cambio global en la alta montaña mediterránea, Ecosistemas 21(3): 63-72.