MAMIFEROS FRUGIVOROS, DISPERSORES DE SEMILLAS.

Murillo, Bartolomé Estéban (1618-1682) Trauben- Melonenesser. 1645/1646. Lwd., 146 x 104 cm. München, Alte Pinakothek.
Murillo, Bartolomé Estéban. Niños comiendo melón y uvas.
München, Alte Pinakothek.

Cuando yo era una niña pequeña que todavía no sabía leer los televisores eran muy escasos, así que a los pequeños nos entretenían a la hora de la cena con los cuentos de la radio. Como a los niños les gusta escuchar siempre las mismas historias en la radio no se complicaban la vida y contaban todas las semanas los mismos cuentos, entre los cuales estaba el de Garbancito. Garbancito era un niño diminuto que fue engullido por un buey cuando andaba entre las hierbas del huerto de su padre. Cuando éste le echó en falta se puso a gritar “Garbancito, ¿Dónde estas?” a lo que el niño contestaba “en la barriga del buey que se mueve, donde ni nieva ni llueve”, pero claro, como estaba en la barriga del buey no le oía. Al final el padre se percató de la situación y fue a buscar al animal. Tras esperar a que este evacuara a Garbancito se lo llevó a su casa, que por cierto estaba lejísimos. Quien me iba a decir entonces que este cuento tan fantasioso se basa en un hecho real y muy común: las semillas de muchas especies viajan en la barriga de los animales, que las depositan lejos de sus madres, y así las poblaciones de plantas van colonizando nuevos espacios. A este fenómeno se le llama endozoocoria.

Son innumerables las especies animales que consumen semillas. No es de extrañar, porque es la parte más nutritiva de las plantas. Los vegetales son muy indigestos, pues están compuestos mayoritariamente por fibras de carbono (celulosa y lignina) que a los animales les cuesta muchísimo digerir. De hecho no las digieren, necesitan bacterias simbiontes en el tubo digestivo que rompan estas moléculas para poder asimilarlas. Pero las semillas son otra cosa. Están llenas de proteínas y reservas fácilmente asimilables que necesitan los embriones de las plantas para poder desarrollar una plantita entera que pueda captar la luz y sorber agua y sales del suelo. Así que son codiciadas por numerosos herbívoros y omnívoros, tanto vertebrados (reptiles, aves, mamíferos) como insectos.

Estarán pensando que esto no debe ser nada bueno para las plantas, pues si los animales se comen a sus niños limitarán seriamente su reproducción. Esto puede ser cierto en el caso de los insectos que ponen sus huevos en las semillas para que sus larvas se las coman, pero no en otros casos en los que los animales se las comen enteras y son capaces de atravesar su tubo digestivo y volver al suelo intactas. Las plantas tienen serios problemas para colonizar territorios nuevos, ya que no se mueven, así que necesitan que algo o alguien transporte a sus hijos lejos. Los animales hacen este papel, comiéndose sus semillas y defecándolas en sitios muy distantes de la planta madre. Pero esto tiene un coste: aunque las semillas suelen estar recubiertas de capas duras que las protegen, una parte importante puede morir en el transporte, masticada y digerida por el animal. Aun así debe compensar, debido a que las plantas, como ya les conté en este post, producen miles de semillas a lo largo de su vida, y pueden sacrificar unas cuantas si a cambio les buscan a unas pocas sitios adecuados para crecer lejos de sus padres. Si no compensase este comportamiento no se habría seleccionado y no sería tan común.

Una forma que han ideado las plantas para que los animales transporten sus semillas con eficacia y menor coste en hijos muertos ha sido hacer atractiva la capsula que las contiene, el fruto. Son por ejemplo los frutos carnosos a los que tan aficionados somos los humanos (peras, manzanas, naranjas, fresas, uvas, olivas, tomates etc. etc.) y muchísimas otras especies del mas variado pelaje (pájaros, murciélagos, monos, osos, zorros etc.). El fruto está hecho de un material muy digestible y nutritivo, así que los animales los buscan para comérselos, consumiendo también las semillas, que suelen ir muy protegidas para que el tubo digestivo del animal no las destroce. Como el alimento tarda en pasar se liberan al medio lejos de sus madres, con los que los comedores de frutas van dispersando semillas por todo el campo. El procedimiento es ingenioso pero no es perfecto porque muchas semillas se quedan por el camino. Esto depende en parte del animal que los coma. Por ejemplo, las semillas de mirto y lentisco pasan por el tubo digestivo de los pajaritos, que las dispersan, pero no por el de las cabras, que es muchísimo mas largo y las digieren.

La dispersión de semillas por comedores de frutas y semillas se ha estudiado mucho, ya que es un procedimiento muy común y se da en innumerables especies en todos los ambientes. Pero todavía quedan lagunas. Por ejemplo, se han estudiado muy bien en los trópicos, pero mucho menos en ambientes mediterráneos, donde las aves se han investigado bastante pero los mamíferos mucho menos, especialmente los carnívoros que, sorprendentemente, comen frutas. Otro aspecto poco estudiado es como es de común en las zonas que el hombre habita. Nuestros agroecosistemas están llenos de especies silvestres, entre las que hay dispersores, pero es que nuestros animales domésticos también lo hacen. Ya les conté en este post como los caldenes están repoblando la pampa seca gracias a que las vacas los dispersan. Así que el último número de la revista Ecosistemas está dedicado precisamente a estos aspectos menos conocidos: la dispersión por mamíferos domésticos y silvestres en ambientes humanizados. Léanlo y disfruten, que es muy interesante.

 

Dra. Rocio Fernandez Ales

Expresidenta de la AEET

Ecosistemas 24 (3) Frutos, semillas y mamíferos frugívoros: Diversidad funcional e interacciones poco estudiadas. Septiembre – diciembre 2015.

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