EL HOMBRE Y LA BIODIVERSIDAD: extraños compañeros de cama.

 

 

creacion-biodiversidad
Hendrick Van Balen. Dios creando la biodiversidad. Galería Doria Panphili. Roma

Los humanos amamos la biodiversidad, y si no lo hacemos estamos perdiendo el tiempo, porque vivimos rodeados de ella. Existe una relación positiva entre la densidad de población (habitantes por km2) y la densidad de especies (especies/km2), es decir, hay mayor concentración de especies allí donde el hombre se concentra. Curioso, porque no es algo anecdótico, ya que se ha hallado en zonas con distinto clima, biogeografía, cultura o grado de desarrollo como Europa, África subsahariana, América del Norte, Australia o las islas de Oceanía; y con grupos taxonómicos tan dispares como mamíferos, aves, reptiles, anfibios, mariposas, hormigas o plantas. Y no se debe a que donde hay gente la zona está mas explorada que donde no vive nadie y por eso se han encontrado mas especies, porque ya Karl Evans y colaboradores se molestaron en comprobarlo (aquí) censando las aves de Inglaterra con el mismo esfuerzo en zonas con distinta densidad de población y vieron que no, que había mas especies donde había mas gente.

¿A que se debe esta relación tan sorprendente? Pues tiene su explicación y se debe a diversas causas que varios investigadores ya han sacado a la luz. La primera es que a todos nos gusta lo bueno, vivir en sitios con buen clima, comida y agua abundante, seamos humanos o de cualquier otra especie. Así que el hombre no atrae a otras especies, simplemente a todas nos gustan los mismos sitios y ahí nos concentramos. La segunda es que somos excelentes dispersores. Trasladamos organismos todo el rato allá por donde vamos, ya sea de forma voluntaria o involuntaria, como ya les conté aquí y claro, allá donde vivimos se acumula lo que dispersamos. Las cifras pueden ser a veces apabullantes. Por ejemplo, Smith y colaboradores (aquí) encontraron mas de 900 especies de plantas en una hectárea de jardincillos de casas adosadas en Sheffield, Inglaterra, tantas como el catálogo de la flora de la región. El 70% eran especies importadas. Y la tercera tiene mucho que ver con la agricultura: el hombre hace el espacio más heterogéneo allá donde se asienta. Donde había un bosque, una sabana o una estepa que se perdía en el horizonte una vez que el hombre se aposenta en el sitio hay campos de cultivo, setos, prados y bosquetes, es decir, mas cosas distintas con especies diferentes. Además, con sus riegos y desechos y con sus estructuras (casas, tapias, tejados) dan mas albergue, comida y bebida a muchos animales que la que se encuentra en la naturaleza salvaje.

Hay algo en esto que me llama mucho la atención, y es que tanto donde domina la agricultura comercial muy tecnificada (agricultura del petróleo) como donde dominan técnicas agrícolas más tradicionales (agricultura a sangre), la heterogeneidad del paisaje que genera la agricultura promueve la biodiversidad. Yo esperaría encontrar esto donde domine la agricultura tradicional a sangre, ya que esta ama la biodiversidad como ya les conté aquí, pero no donde domine la agricultura del petróleo, que odia la biodiversidad.  Pues no, es mas, hace ya algunos años que Ryzskovsky y colaboradores estudiaron específicamente la biodiversidad de insectos en campos con agricultura a sangre y a petróleo en Polonia y no encontraron diferencias significativas. De aquí se podría deducir que da igual el tipo de agricultura que se use, que siempre va a aumentar la biodiversidad.

Pero antes de aceptar esta hipótesis como plausible deberíamos considerar algo de lo que hasta ahora no he hablado: la deuda de extinción, extinction debt para los angloparlantes. ¿Y eso que es? Pues el tiempo en que tarda una especie en extinguirse después de que su entorno haya cambiado lo suficiente como para que no pueda seguir viviendo ahí. Y no es poco, decenas o centenas de años. También lleva su tiempo expandirse por un territorio nuevo. Vilá y cols han calculado que una invasora tarda en colonizar los sitios favorables del nuevo territorio como 150 años, y eso que en este caso tienen muchas facilidades de transporte porque suelen ir asociadas al hombre, que no para de moverse. Es que la naturaleza es muy parsimoniosa, y cambiar le lleva su tiempo. Para que se hagan una idea, la distribución de la biodiversidad de los prados en suecia se relaciona mas con el uso que se hacía del territorio hace 200 años que con el actual. Así que lo que estamos viendo ahora responde más a usos pasados que a lo que hacemos ahora.

La agricultura del petróleo es muy reciente. Las primeras maquinas empiezan a usarse en la Inglaterra de 1830 (trilladoras), se extiende por Europa lentamente en el siglo XIX y XX, pero es en los años 60 del pasado siglo, con la revolución verde, cuando se generaliza, siendo muy dominante en la actualidad. Demasiado poco tiempo para ver sus consecuencias. Lo que ahora observamos en nuestros campos dominados por la nueva agricultura es el eco de un pasado de agricultura a sangre que ya se fue, pero que todavía no ha acabado de desaparecer. Y dado que la agricultura a petróleo es poco amiga de la biodiversidad deberíamos ir hacia un empobrecimiento generalizado de especies en los agroecosistemas, una extinción de grandes proporciones. ¿Qué evidencias tenemos de que esto puede ocurrir? Pues pocas, pero algunas hay. Por ejemplo, Kovitka y cols (aquí) encontraron que ha habido una mayor extinción de especies de mariposas en los países que primero se industrializaron, lo que pude ser un indicador de que ahora estamos empezando a cobrar la deuda de extinción de las primeras trasformaciones… de hace 150 años. Los medios de comunicación se han hecho eco recientemente de que las especies de aves que eran tan comunes en mi infancia como golondrinas y gorriones están disminuyendo de forma alarmante en Europa. Si estas son las primeras señales de alarma de lo que se nos avecina deberíamos empezar a tomarnos el asunto en serio porque si no nuestros tataranietos verán cumplida la profecía de la primavera silenciosa de Rachel Carson, lo que les puede acarrear serios problemas.

 

Rocío Fernández Alés

Expresidenta de la AEET

2 thoughts on “EL HOMBRE Y LA BIODIVERSIDAD: extraños compañeros de cama.

  1. Ciertamente cuesta creer el resultado pues por ejemplo parece increible que las grandes ciudades, donde la densidad de población humana es máxima, tengan una biodiversidad relevante o por lo menos máxima, aunque se incluyan especies cultivadas ornamentales y exóticas, lo que ya de entrada haría que no fueran comparables. Tal vez haya una cuestión metodológica, de escala de las áreas comparadas: podría ser cierto a nivel regional, pero no a nivel de parcela. Tendré que leer los trabajos. Luego, pensando en lo de la agricultura del petróleo o a sangre, a demás de la deuda de extinción podrían aportar otra clave: los grandes monocultivos con agricultura industrial, forrados de biocidas, probablemente se extienden más por zonas poco pobladas, aunque no estoy seguro de ello a escala global y habría que aportar datos.

  2. Ciertamente la relación es muy sorprendente, y a mi también me lo pareció la primera vez que lo leí, pero después de todos los trabajos que hay donde sale lo mismo en sitios de lo mas variopintos me tuve que convencer.
    La relación no es lineal. Lo es a bajas densidades de población, pero pasado cierto umbral la biodiversidad deja de crecer al aumentar la gente, incluso puede decrecer algo en sitios muy densamente poblados, como ciudades compactas, pero siempre es mayor en éstas que en los sitios donde apenas vive nadie.
    Por supuesto que la relación es dependiente de la escala. Todos los trabajos que la encuentran trabajan con cuadrículas de un tamaño de 1’ o así, que son bastantes Km2. A otras escalas no tiene porque mantenerse. De hecho, a escala planetaria no se mantiene. Al aumentar la población en los últimos años no ha aumentado la biodiversidad, mas bien todo lo contrario.
    Debido a la escala a la que trabajan no creo que los extensos campos de la agricultura del petróleo que expulsan a la población influya. Las cuadrículas son demasiado grandes. No hay campos de cultivo tan extensos.

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