¿Son tan malas las cabras como las pintan?

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Akelarre. Francisco de Goya. Museo nacional del Prado.

Las cabras son animales con muy mala prensa. Voraces, se comen toda la vegetación, incluidos cultivos y viñas. Trepadoras, se suben a los árboles, a las tapias y a los tejados, rompiéndolos. La iglesia las ha tomado como representación del diablo, de todos los vicios y maldades. Pero esto no siempre ha sido así. Domesticada hace 10.000 años ha acompañado a los dioses en su Panteón (la cabra Amaltea alimentó a Zeus) y ninguna cultura la considera animal impuro. En la edad media figuraba en los escudos heráldicos de los nobles y las ordenanzas de las villas apenas ponían sanciones a las cabras, muchas menos que a las ovejas, consideradas mas dañinas. Pero la cosa cambió con la modernidad. A partir del siglo XVIII se las empieza a mirar con malos ojos y en el XIX ya son consideradas animales dañinos, y no digamos en el siglo XX, que se las mira con horror.

¿Qué de verdad hay en todo esto? ¿Tan malas son las cabras? Si siempre han estado bien consideradas y de pronto se les coge manía, ¿No será por un capricho de los hombres? Podríamos estar horas discutiendo acerca de los factores sociales, económicos y ambientales que han podido dar lugar a este cambio de actitud, pero no fue así como se lo planteó el Dr. Mancilla. El simplemente se puso manos a la obra y durante tres años estuvo estudiando un rebaño de cabras que pastaba en el sotobosque de un pinar en Doñana. Cuantificó qué y cuanto comían las cabras y como afectaba esto a la composición específica y biomasa del matorral, además de a su inflamabilidad. Miró también si los animales dispersaban las semillas de los frutos que comían, cuanta energía obtenían del pasto y si la leche era de mejor calidad que la de las cabras que permanecían estabuladas. Tras muchas horas corriendo tras las cabras, cacharreando en el laboratorio y dejándose las pestañas frente al ordenador llegó a las siguientes conclusiones:

juan manuel y marilin recortado
El Dr. mancilla anotando lo que le cuenta su informante

La primera es que las cabras no se lo comen todo, son unas caprichosas, como su nombre indica (caprichoso viene de cabra). Cuando hay bastante comida eligen las plantas que más les apetecen en cada momento. Algunas les gustan mucho y las comen todo el rato por encima de su abundancia y otras no las prueban, aunque sean muy comunes. Normalmente no les gustan las tóxicas y con muchos taninos. Comen de todo, pero son unas exquisitas, si les dejan. Como nosotros, que también somos omnívoros.

La segunda es que las cabras disminuyeron el volumen del matorral del sotobosque en un tercio, con lo cual se hizo menos proclive a los incendios no solo por haber menos combustible, sino también porque las cabras abrieron caminos que aislaron las matas, disminuyendo el riesgo de propagación del fuego. Además, con su pisoteo y deyecciones estimularon la desaparición de la pinocha que cubre el suelo, que arde como la yesca. Donde no entraron las cabras el volumen del matorral aumentó en un tercio y se hizo más cerrado y con más pinocha, un peligro en verano, cuando todo está muy seco. Y un pinar vale mucho dinero como para que se ande quemando así a lo tonto.

Aunque las cabras mordisquearon prácticamente todas las especies ninguna desapareció. Es mas, a las más comidas no pareció importarles mucho, pues apenas disminuyó su abundancia. Lo mas sorprendente fue que un tomillo endémico muy raro que allí se cría (Thymus albicans) aumentó, ya que a las cabras no les gustaba y con su pastoreo le quitaron competidores, con lo que, contra todo pronostico, salió ganando. ¡Y pensar que a las cabras se les había prohibido entrar en el pinar para que no extinguieran esta planta! Es que no se puede ir con los prejuicios por delante.

No solo no extinguieron ninguna especie, sino que contribuyeron a la propagación de algunas. A las cabras les gustan mucho las flores y los frutos, que consumen preferentemente cuando están disponibles, y con ello dispersan las semillas. No de todas las plantas, pues algunas no son capaces de resistir el paso por el tubo digestivo de la cabra, pero si de otras que no solo pasan, sino que luego germinan mejor.

¿Y que ganaron las cabras? De momento en salud, porque tras pasar tanto tiempo en el campo dejaron de toser. Pero lo importante, ¿Qué ganó el cabrero? Pues se ahorró un dinero en pienso, porque con lo que comieron las cabras en el campo les dio para mantenerse en primavera y verano y cubrir el 80% de las necesidades en otoño e invierno, que no está mal. Además, las cabras que comían en el monte dieron una leche más cardiosaludable. ¿Y que ganó el dueño de la finca? Pues dinero que no tuvo que gastar en limpiar el monte y disgustos que se ahorró en el verano pensando que se le iba a quemar el pinar.

Así que el Dr. Mancilla concluyó que las cabras no son tan malas como las pintan, ni mucho menos, al contrario, son buenísimas. Y tiene toda la razón, pero no podemos generalizar porque el veneno está en la dosis, algo que no me canso de repetir. Si en el pinar hubiesen entrado cinco cabras no se hubiese notado el efecto, y si lo hubiesen hecho 5000 lo habrían dejado hecho una pena. Así que las cabras no son ni buenas ni malas, son un maravilloso instrumento de manejo de la vegetación que en manos de un cabrero listo puede hacer maravillas y estropicios tremendos en manos de un cabrero loco. Lo mismo que se puede hacer con un tractor, maravillas o estropicios, todo depende del estado mental del tractorista.

Ahora que se ha llegado a un acuerdo mundial acerca del cambio climático en la pasada reunión de diciembre en París, en la que los países se han comprometido a dejar paulatinamente de quemar combustibles fósiles (ver aquí), sería el momento de plantearse el sustituir parte de la maquinaria que usamos, que consume mucho petróleo, por el trabajo animal. Nuestros animales domésticos podrían limpiar el monte y ayudar a la restauración de ecosistemas sembrando semillas, produciendo a la vez carne y leche sin tener que gastar ingentes cantidades de petróleo en sembrarles, fabricarles y transportarles piensos, como ya les conté aquí. ¿Quien le dice a usted que sus nietos no se harán ricos con su empresa faunos & faunas, dedicada a la gestión del medio natural, que en vez de maquinaria usa piaras de animales domésticos? O que los ayuntamientos decidan ofrecer cabras y ovejas a los jubilados para gestionar los parques y plazas de su barrio además de huertos? El futuro es impredecible, y cosas mas raras se han visto.

Rocío Fernández Alés
Expresidenta de la AEET

Mancilla-Leyton, J. M., Fernandez-Ales, R. & Martin Vicente, A. (2015) Efectividad cualitativa del ganado caprino en la dispersión de especies de frutos secos y carnosos. Ecosistemas 24(3): 22-27

Mancilla-Leyton, J.M. (2014) El papel de la cabra doméstica (Capra hircus L.) en la estructura y conservación del Monte Mediterráneo. Ecosistemas 23(2):158-161

3 comentarios sobre “¿Son tan malas las cabras como las pintan?

    1. Omnivoras en el sentido de que comen muchas especies, aunque es cierto que todas vegetales, por lo que son herbívoras. Quizá hubiese sido mas exacto decir polífagas.

  1. Que las cabras son nocivas es una muestra de la visión absolutamente parcial, nada holística, sistémica o ecológica que tiene la gente, incluso muchos supuestos ‘ecólogos’. Al margen de las razones que das para defenderlas, todas ciertas, está el hecho (‘eltoniano’, de Charles Elton) de que todo organismo tiene su sitio y su papel. Hasta los odiados mosquitos que nos torturan y trasmiten enfermedades (el último el virus zika), la tienen como agentes polinizadores, como elementos de la cadena alimentaria dada su gran biomasa (en aves insectívoras y en peces en forma de larva), y hasta como elementos que desvían migraciones como la del caribú que de otra forma arrasarían territorios.

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