Amazonía. La biodiversidad y el hombre

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La selva amazónica es el bosque tropical más extenso del mundo, más grande que Europa, y una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta. A pesar de lo que pueda parecer, esta inmensidad no es homogénea, pues tiene selvas lluviosas y secas, sabanas, pantanales y deltas que contribuyen a mantener una elevada riqueza biológica, como demuestra que el 20% de las especies de plantas de la Tierra crezca allí.

La mayoría piensa que esta jungla se conserva así de bien porque apenas ha sido hollada por el hombre hasta hace muy poco. La ausencia de grandes edificaciones de piedra como las erigidas por incas, mayas o aztecas y la poca gente que encontraron los expedicionarios del siglo XIX cimentan esta idea, que además se justifica con que en este medio tan inhóspito e intransitable son contados los que parece que puedan sobrevivir.  Pero esta forma de ver las cosas se está  desmoronando. En los últimos 60 años arqueólogos y ecólogos ayudados por las nuevas técnicas de teledetección y análisis han empezado a encontrar indicios que nos cuentan otra historia.

La amazonía se empezó a poblar en algún momento entre hace 30.000 años (restos paleolíticos en las cercanías) y 8.000 (restos neolíticos en el Amazonas), cuando la última glaciación estaba en pleno apogeo. Aunque no hacía frío al estar en el Ecuador,  llovía menos ya que el planeta estaba más fresquito y se evaporaba menos agua. Como consecuencia las sabanas eran más abundantes y los bosques menos, aunque no se sabe bien todavía en que proporción. Los humanos prefieren las sabanas a los bosques porque son más fáciles de transitar y ofrecen más recursos, así que no es de extrañar que aquellos paisajes facilitasen la colonización. La extensa red fluvial fue otra de las vías de entrada y donde más restos arqueológicos se han encontrado.

Tras los cazadores recolectores llegaron los agricultores. Hace 6.000 años se cultivaba maíz en la amazonía ecuatoriana y es posible que antes ya se criasen tubérculos como la mandioca (Manihoc sculenta) y la batata (Ipomea batatas). Hay restos de cerámica de estilo autóctono de 8.000 años de antigüedad a lo largo de los ríos y ciudades grandes con canales de varios km. de longitud para manejar las aguas o con fines defensivos. Se calcula que cuando los españoles llegaron a América había entre uno y veinte millones de habitantes que se dedicaban a cultivar la tierra quemando el bosque de forma rotatoria en turnos largos (artigueo), a cazar y a pescar y que así, como quien no quiere la cosa, llevaban varios miles de años.

La llegada de los europeos fue una catástrofe pues las enfermedades que trajeron diezmaron la población. Para 1.800 solo quedaban 90.000 personas, cifra que ascendió a unas 330.000 durante la fiebre del caucho en 1872 y a medio millón en la parte brasileña a mediados del siglo pasado. Ante el abandono generalizado el bosque lo invadió todo enseguida, dándole la apariencia de una selva virgen.

Solo apariencia, porque los antiguos habitantes habían modificado aquello de forma persistente. Quemar la sabana para favorecer la caza o librarse de plagas molestas ha sido y sigue siendo una práctica común entre cazadores recolectores y esto la mantiene o incluso incrementa. Se sospecha que algunas de las que quedan son consecuencia de la actividad de estos pobladores. Expandir los árboles de frutos comestibles de forma accidental o intencionada bien para tener comida o atraer la caza ha modificado la distribución y abundancia de las especies arbóreas. Hay 87 especies domésticas o favorecidas por el hombre en la amazonía, 20 de las cuales son exageradamente abundantes. Resultan mas frecuentes en los bosques secos de la periferia de la cuenca, lo primero que se colonizó, y cerca de los ríos y lugares arqueológicos. No ocurre igual con especies de las que el hombre pasa, cuya distribución responde a causas naturales. Salvo en algunos casos llamativos, como las dispersadas por monos. Son muy raras cerca de antiguos asentamientos, debido posiblemente a que estos animales no iban por allí para que no los cazaran. Las selvas secundarias (las que invaden los sitios perturbados) son más comunes de lo que serían sin la presencia de agricultores arrancando parcelas de bosque para sembrar.

¿Como ha afectado esto a la biodiversidad amazónica? Muy malo no ha debido ser porque el sitio es extraordinariamente rico en especies de todo tipo. Es más, no sería de extrañar que la haya mantenido e incluso favorecido. Sin seres humanos quemando la sabana es posible que hubiese acabado por desaparecer al aumentar las lluvias tras la glaciación, y con ella todas las especies que la caracterizan. Sin artigueo muchas especies de sitios alterados igual hubiesen acabado por extinguirse. Ya les conté aquí como la biodiversidad es mayor allá donde los hombres habitan, y la amazonía no tiene porqué ser una excepción.

A comienzos de los años 70 del pasado siglo los gobiernos de los países que mandan allí decidieron que era un desperdicio que estuviese deshabitada y promovieron su colonización construyendo carreteras, presas hidroeléctricas o pueblos y dando incentivos fiscales para fomentar actividades económicas. Se calcula que ahora hay como 30 millones de personas.

Esta colonización ha sido muy diferente de la antigua. Antes la gente vivía dispersa y dependía de lo que produjese el entorno para sobrevivir. Ahora habita grandes urbes a la orilla de los ríos principales y depende en buena medida de comida importada, ya que los campos que se ganan a la selva se dedican mayoritariamente a la ganadería extensiva de vacuno y a cultivos comerciales de soja, cacao o café que se exportan. La colonización actual ha sido muy rápida (50 años) mientras que la anterior llevó cientos o miles de años. Ahora hay mucha actividad minera. Antiguamente no.

Una y otra forma de poblar la tierra no produce el mismo impacto. No se recupera igual la selva cuando se desbrozan cientos de parcelas aisladas de una hectárea, como sucedía antes, que cuando se aclara una parcela de cientos de hectáreas bien para cultivar o para extraer minerales, como ahora. En el primer caso la selva cicatriza la herida inmediatamente al estar muy cerca, mientras que en el segundo le cuesta mucho al estar demasiado lejos. Mientras tanto el suelo desnudo se deteriora enseguida con tanto calor y tanta lluvia dificultando sobremanera la recuperación. Por no hablar de lo poco que afecta a las especies endémicas de distribución restringida (la inmensa mayoría) el que se les prive de una parte pequeña de su hábitat de cuando en cuando y lo mucho el que se arrase de una vez con la mayor parte de él. Modificar el cauce de un río de forma puntual con algún que otro canal como antiguamente apenas tiene consecuencias, mientras  que cambiar todo el régimen fluvial con las actuales represas perturba a todas las especies que habitan en cauces y llanuras de inundación aguas abajo. Una población dispersa cuyos desechos provienen de lo que se produce allí y que apenas practica la minería como la antigua contamina muchísimo menos que otra concentrada que se nutre sobre todo de productos importados y se dedica a la explotación minera como ahora.

Los antiguos explotaron la naturaleza con unas prácticas que permitieron conservar su enorme biodiversidad y capacidad de volver a su estado mas o menos original tras la perturbación que produjeron, pues en cuanto desaparecieron la selva se recuperó tan bien y tan deprisa que hizo pensar a los sabios posteriores que nadie había pasado por allí. Es dudoso que las prácticas modernas lo permitan, por lo que les he contado arriba. Por no hablar de si este modo de obrar es sostenible a largo plazo en un medio que por muy exuberante que nos parezca, es tremendamente frágil: en cuanto se pela, el suelo se pone como un ladrillo y pierde toda su fertilidad, quedándose yermo como no se cubra inmediatamente de vegetación.

El hombre no es por naturaleza un destructor de ecosistemas como muchos nos quieren hacer creer. Depende de como se enfrente a la naturaleza. Así nos lo muestra la historia de la Amazonía.

Rocío Fernández Alés

Expresidente de la AEET

Montoya, E. 2018. Historia de la Amazonía: contribución de la paleoecología al debate de ocupación precolombina y sus efectos en el ecosistema. Ecosistemas 27(1): 18-25.

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