
El bosque y el prado son muy diferentes. En el primero las plantas son enormes, tremendamente longevas y duras de roer. Si se las mata tardan mucho tiempo en recuperarse. En el segundo, por el contrario, las plantas son pequeñas, comestibles y todos los años mueren y vuelven a salir.
Bosques y prados conviven en el paisaje. Los bosques siempre están donde hay algo de agua, porque si no los árboles mueren, pero tampoco puede haber tanta que ahogue sus raíces. A los prados no les importa ni la extrema sequía ni el encharcamiento: fenecen cuando las cosas vienen mal dadas y reviven cuando todo va bien. Así que la distribución de bosques y prados va siguiendo las variaciones en el sustrato subyacente que controla la disponibilidad de agua. Pero la frontera entre ambos no sigue fielmente las discontinuidades en el medio, porque dónde se sitúa depende de la actividad de la vida.
Herbáceas y leñosas luchan en esa frontera. Si un árbol consigue establecerse en el prado acabará por sombrearlo y eliminar a las herbáceas. Pero las herbáceas no se dejan amilanar tan fácilmente. A un arbolito recién salido no le es fácil abrirse camino por la espesura de la apretada hierba, que puede medir un metro y dejar pasar muy poca luz al suelo. Así que tienen mas posibilidades donde hay huecos porque hay piedras o los animales han hecho calvas con su actividad. Además, la hierba guarda un as en la manga, que es su resistencia al fuego. Las praderas se secan todos los años y cuando lo hacen, arden con mucha facilidad. Pero son fuegos fríos, en el sentido de que no alcanzan mucha temperatura y la parte subterránea de las plantas no muere. En cuanto empieza a llover rebrotan con vigor sin el estorbo de la borra seca que no deja pasar la luz y con todo el abono de las cenizas. Cuando el fuego llega al bosque lo normal es que pare, pues no suele tener temperatura suficiente para quemarlo entero, pero sí que chamusca los bordes, que tardan mucho en recuperarse, frenando su expansión.
Y luego están los animales. Los prados son el reino de los grandes herbívoros, tanto domésticos (ovejas, vacas, caballos) como silvestres (gacelas, búfalos, bisontes, cebras etc.) que se alimentan de las nutritivas hierbas. El pastoreo mantiene la hierba baja y abre huecos con el pisoteo, lo que favorece la propagación de los árboles. Pero también se come los arbolitos nuevos, sobre todo los que están cerca del borde, frenando el avance del bosque o incluso haciéndolo retroceder. Así que dependiendo de los herbívoros que haya, en qué cantidad y cuáles sean sus hábitos alimenticios, la frontera entre el bosque y el prado avanzará en una dirección u otra.
Alejandro Brazeiro y colaboradores (aquí) han estudiado la frontera entre bosques y praderas en la sierra de San Miguel, un parque nacional situado al Sureste de Uruguay. Se interesaron por saber si se había movido en los últimos 50 años utilizando fotografías aéreas, y si lo había hecho igual donde había animales pastando que donde no. Además, examinaron con detalle cómo se distribuían herbáceas y leñosas a lo largo de la linde.
Lo primero que encontraron es que en 50 años el bosque había avanzado sobre el prado, sobre todo donde no se pastaba. Según estos autores, se debe a dos causas: ahora llueve más en verano, lo que le viene muy bien a los árboles, y hay muchas menos reses que en el pasado. Los rebaños frenan al bosque, pero a la densidad actual no son capaces de pararlo.
Los árboles no progresan de la misma manera donde se pastorea que donde no. Sin grandes herbívoros la hierba es alta y espesa y el bosque avanza en falange: una nueva generación de arbolitos se sitúa en primera línea donde le dejan algún hueco las hierbas altas. Donde los hay, el bosque avanza en guerrilla: un arbolito se establece en un afloramiento rocoso menos visitado por los herbívoros, y allí van llegando los demás dispersados por pájaros que usan el primero como percha.
Como verán la lucha por la existencia es especialmente notable en la linde entre el bosque y el prado, donde entran en contacto formas de vida muy distintas que pelean con armas diferentes. A esto hay que añadir que está llena de vida animal porque ofrece lo mejor de los dos mundos: el refugio del bosque y el alimento del prado. Y estos animales, con su actividad, controlan la contienda. Todo muy complicado y muy interesante porque aquí, como en todas las fronteras, es donde pasan más cosas.
Rocío Fernández Alés
Expresidente de la AEET
Brazeiro, A., Brussa, P., Toranza, C. 2018. Efectos del ganado en la dinámica del ecotono bosque-pastizal en paisajes serranos de Uruguay. Ecosistemas 27(3):14-23.